El último domingo de febrero los senderistas
del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas visitamos de nuevo el concello de
Ponteareas.
Pusimos nuestro campo base en El Monasterio de
San Diego de Canedo cuyos muros y portada de su iglesia dicen que pertenecieron
al antiguo pazo que los Condes de Salvatierra tenían en ese lugar.
De allí partimos animadamente para,
inicialmente, recorrer una parte de la senda de los Penedos da Picaraña. Al
poco, ya divisamos la enigmática pena Del Equilibrio. Realmente
impresiona encontrarse con esa mole desafiando la ley de la gravedad.
Y, a cada paso que damos, a un lado o al otro,
encontramos diseminados por doquier, una serie de rocas, a veces aisladas, a
veces formando raros conjuntos, algunos cual huevos de dinosaurios...
Y muchas de ellas con nombre propio: do Castro, de Orecio, dos Coellos, da Raposa, Da Banqueta, do Sombreiro, de Soutareiro, do Moucho,... Al subir la
ruta a wikiloc he procurado poner la mayoría de los apelativos de estas
rocas... Pero es casi misión imposible poner todas las que allí se encuentran y que
realmente llaman la atención del caminante.
Llega un
momento en que cambiamos nuestro rumbo y nos decidimos a visitar, ya en el concello de Mondariz, el cercano
castillo de Sobroso, construcción originaria del S. XII. Momento fantástico
cuando, a través de la fina lluvia que nos acompañaba, nuestros ojos avistan su
impresionante figura, encaramada allá en lo alto.
Y no cabe duda de que sus primeros moradores
sabían elegir bien el lugar donde vivir. Dicen que fue construído sobre un antiguo
poblado castrexo en un alto promontorio del Monte Landín. Un lugar realmente privilegiado, una atalaya desde
donde se podían controlar las comunicaciones entre las tierras interiores y el
mar y la histórica villa de Tui.
El senderista se encuentra cómodo y relajado
paseando su mirada por los sólidos muros del castillo, la capilla allí existente, la torre del homenaje, el foso, el recio portón
de entrada,...
Pero nuestro paseo de hoy es algo largo por lo
que hay que coger los bártulos y seguir caminando. Es testigo mudo del paso de los
caminantes un Santiago peregrino, de piedra, en los jardines del castillo.
Y nuestros pasos nos llevan hasta la ermita de
Santa Tecla, en un bucólico paraje, enriquecido con el toque fantástico de la blanca
bruma.
Poco después llegamos hasta otro de los lugares
mágicos de esta caminata: El Castro de Troña. Se dice que tuvo su época de esplendor entre el S. I a.C. Y el S. II d.C. En él, admiramos las huellas de
nuestro rico pasado, ahora cubiertas con la verde pátina del paso del tiempo.
Allí mismo varios cruceiros y un
curioso lavadoiro. También la capilla del Dulce Nombre de Jesús, construída en el siglo XVIII. Se trata de una capilla de estilo barroco y
planta rectangular de una sola nave, con bóveda de cañón y arco de medio punto
rebajado. En la fachada presenta una torre con espadaña.
Y creeréis que con esto ya está acabando
nuestra andaina... Pues todavía no. El caminante continúa su marcha entre árboles cuya frondosidad se adivina a un lado y a otro y también encontrando varias áreas
recreativas en donde hacer un alto y reponer energías.
¡Ah! Y la cumbre del Alto da Picaraña, desde donde dicen que son muy bonitas las vistas en días despejados y a la que accedemos a través de una alfombrada senda con escalones de piedra. Allí encontramos la
blanca silueta de la ermita de Santa Cruz, un lugar de devoción a donde
suben los romeros cada primero de mayo.
También un pétreo viacrucis cuyas
cruces surgían
fantasmales entre la nieblina que ese día ponía una nota de misterio en
todo el
ambiente.
Y ya, ahora sí, el senderista va descendiendo
poco a poco, retornando al punto inicial bajo la atenta mirada de los gigantes
de piedra, que quedan murmurando a nuestras espaldas.
Curiosamente, en los jardines del monasterio
de Canedo la primavera se había adelantado y nos ofrecía este
maravilloso espectáculo:
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