Hace poco estuvimos por
Miranda do Douro, ciudad portuguesa fronteriza con España y antiguamente
fortificada.
Su posición en la
frontera hizo que destacase como centro defensivo por lo que Don Afonso
Henriques, primer Rey de Portugal, ya en el S. XII, mandó construir un castillo y
un recinto amurallado.
Hoy apenas podemos ver
restos del castillo ya que quedó prácticamente reducido a escombros durante el
sitio protagonizado por las tropas francesas y españolas en el contexto de La
Guerra de los Siete Años en 1762.
Aun así la consistencia
de sus muros, el arco de sus puertas, la elegancia de sus torres y las altas
almenas, nos dan idea de la grandiosidad de la construcción en la que también
intervino la mano del mismísimo Rey Dinís.
Callejeando nos
encontramos con La Iglesia da Santa Cruz, construida en el S. XVII, aunque
profundamente reformada en el XVIII. Su fachada realizada en granito, es de
estilo neoclásico barroquizado. La portada presenta un arco de medio punto
rematado en su parte superior en un frontón triangular.
Tiene una sola nave de
planta rectangular y en el Altar Mayor no figura ninguna talla o escultura,
sino un cuadro realizado en el S. XVIII por Damião Bustamante.
Algo más adelante nos
espera la antigua “Alfándega” del S. XVI con reformas posteriores. Fue Aduana,
Puesto de Guarda y actualmente acoge La Casa da Cultura Mirandesa.
Muy cerca de la Primera
Casa Da Cámara Municipal, del S. XVII
con una bonita arcada. Hoy en día alberga El Museo Da Terra de Miranda.
En frente nos topamos con la Actual Casa Consistorial, edificio de finales del S. XIX con planta
longitudinal. La parte superior de la fachada luce cinco balcones de hierro
forjado.
En medio de los dos
edificios charla amenamente una pareja de lugareños ataviados con el traje
típico de estas tierras que incluye la llamada “Capa de Honras”, verdadero
icono de Miranda do Douro. Antiguamente usada por los pastores y también para
protegerse contra el frío en el invierno, en la actualidad tiene uso
ceremonial.
A un paso se encuentra la
Biblioteca Municipal del S. XVII. Antiguamente fue la Iglesia dos Frailes
Trinos. En su fachada de granito se aprecian influencias manieristas, con
espadaña. La portada muestra un arco de medio punto enmarcado entre columnas
toscanas con capiteles dóricos y remata en un frontón con forma de concha.
Poco a poco nos fuimos
acercando a la parte que sobrevive de La Muralla que dicen es Pre-románica. Nos
imponen la sobriedad de sus sillares y la belleza de todo el conjunto.
En un paraje
acondicionado para el disfrute de los mirandeses y curiosos como nosotros que hasta allí nos acercamos.
Desde allí contemplamos
las elegantes ruinas del Palacio Episcopal. No dudamos en pasear entre los
arcos de su claustro rodeados de una zona ajardinada ideal para dejarse llevar
con tranquilidad y relajarse olvidándose del mundanal ruido.
Al tiempo que nos vamos
acercando a la impresionante figura de la Concatedral de Santa María La
Mayor. Monumento Nacional desde 1910, en
su arquitectura se entrelazan elementos de estilo gótico, renacentista y
manierista.
Comenzó a construirse en
el S. XVI y durante mucho tiempo fue
sede de la diócesis. Posee una fachada flanqueada por dos torres y tres naves
abovedadas de estilo gótico separadas por pilares.
No dejamos atrás la
Iglesia de la Misericordia, de portada sencilla y un interior con varios altares
barrocos.
Antes de volver a
encontrarnos con la muralla de Miranda do Douro, localidad célebre por su
folclore colorido y animado que tiene hasta idioma propio: El Mirandés, una
mezcla de portugués, español, francés,…
Además, sus tierras son
regadas por El Río Duero, y, estando allí, no desperdiciamos la ocasión de darnos
un paseo en barco recorriendo sus espectaculares acantilados verticales
conociendo un poquito más de su fauna y flora.
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