En la mañana del domingo,
los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas disfrutábamos, una
vez más, de las maravillas de la naturaleza.
Comenzamos la ruta al pie de la iglesia parroquial de Cerdal, Valença do Minho, Portugal, que tras una noche lluviosa se preparaba para la celebración del Corpus.
Comenzamos la ruta al pie de la iglesia parroquial de Cerdal, Valença do Minho, Portugal, que tras una noche lluviosa se preparaba para la celebración del Corpus.
A su lado, las
instalaciones de una antigua fábrica de destilación de aceite que nos preparaban para una ruta que resulta amena y entretenida
con fugaces apariciones de pequeños regatos.
Pontillones para cruzar
sobre ellos sin mojarse los pies.
Charcos y pozas que
evidencian el agua caída en toda la semana.
Caminos con el testimonio
de la febril actividad pasada grabado en sus piedras.
Lavaderos de piedra y
fuentes añorando la antigua algarabía de voces y manos femeninas deslizándose
sobre ellas.
Casas señoriales, modernas
y no tanto, algunas tan sugerentes que logran que el caminante tenga la sensación de estar
contemplando una pintura.
Panorámicas alegres sobre
el valle que nos ofrece un repertorio musical que acompaña a los senderistas
durante un buen trecho.
Carballeiras y bosques
que sufren el temible azote del fuego, pero que, milagrosamente están
resurgiendo, cual Ave Fénix, de sus cenizas.
Primaverales coloridos,
amarillos, verdes, blancos, rojos, azules, … saliéndonos al encuentro.
Vacas de largos cuernos
preguntándose por qué las distraíamos de su apacible pastar dominguero…
Un lugar en Bade, en
donde parece que el tiempo se ha detenido...
Viejos molinos
rehabilitados, cuyos muros conversan entre sí recordando la antigua molienda.
Fuentes con nombres
curiosos ofreciendo su líquido elemento al visitante.
Grafías y símbolos que nos
hablan de viejas costumbres.
Lagares de aceite, ahora
sólo mudos testigos de su quehacer de antaño.
La alegría que inunda a los caminates ante la maravilla cabalgante de
las aguas agitadas de La Cascada da Grova que bien invitaban a un bañito.
Allí mismo o unos metros
más arriba en las tranquilas pozas del regato que la forma.
La calma y sosiego que
emanan de la silueta del Convento de Nuestra Señora de Mosteiró.
Cruces de piedra y
gigantes molinos de viento oteando el horizonte en la lontananza.
Pequeñas capillas recién encaladas
sus paredes preparándose para la estación veraniega.
Todo esto y mucho más que
descubriréis si os animáis y lleváis vuestros pasos hasta allí.