Y en seguida llega la 7ª Etapa sobre El Camino Portugués a Santiago Por La Costa que iniciamos en A
Pasaxe, Concello de Oia.
Inicialmente caminamos
sobre una senda bien cuidada que nos lleva bordeando la orilla del Miño.
Mostrándonos la variada vegetación del lugar.
Intercalando algún área
recreativa.
Y pequeñas calas y playas
que invitan a un chapuzón.
El peregrino camina a
veces sobre una pasarela de madera desde la que se avista la silueta del
Fuerte de A Ínsua allí en medio de las aguas del Océano Atlántico.
Situado en un islote
rocoso se remonta a La Guerra de la Restauración. Construido para reforzar la
línea defensiva portuguesa levantada para contener los ataques de La Armada
Española, fue declarado Monumento Nacional en 1910.
Junto a la desembocadura
del Miño, Xosé Cabaleiro, con pintura
ecológica, realizó una intervención en los árboles de la zona recreando los
petroglifos del Monte Santa Trega. Por lo que apreciamos trisqueles,
laberintos, espirales, nudos de Salomón, discos solares…
Poco después lo que
predomina es la omnipresencia del mar que, con el día algo revuelto, nos ofrece un grandioso espectáculo.
No paséis por alto Las
Salinas Rupestres, ni Las Salinas do Seixal, un gran complejo de explotación de sal marina del Imperio Romano que nos
da una idea de la importancia que la sal tenía ya desde esa época pues la
usaban para condimentar las comidas, y para conservar el pescado.
Al poco la franja
multicolor de los edificios de A Guarda se divisa en el horizonte.
Admiramos El Monumento al
Marinero, obra en piedra de José Antúñez Pousa, que homenajea a las personas que
trabajan en el mar.
También La Estatua al
Marinero Desaparecido de Magín Picallo Durán elaborada en granito.
Continuamos camino
observando un tendal de peces a secar y coloridos murales en el puerto sin
olvidarnos de echar la vista atrás para contemplar El Monte Santa Tecla en la
lejanía.
Pasamos delante del Museo
del Mar situado en una antigua fortaleza reconstruida en 1997.
Continuamos muy pegados a
la costa en donde, si la marea lo permite, podremos observar algunas cetáreas,
que mantenían fresco el marisco hasta su comercialización.
No faltan las áreas
recreativas desde donde poder disfrutar del agua salada que sigue
obsequiándonos con su show.
Tampoco los lavaderos,
verdaderas redes sociales de hace no mucho tiempo, ni los mojones señalando los
km que nos restan hasta nuestro objetivo.
El camino va serpeando, a
veces entre muros de piedra, dibujando la silueta de la recortada costa.
Vamos ascendiendo hacia
la PO 552 y nuevas áreas recreativas, acondicionadas para el peregrino, nos
salen al paso ofreciendo al mismo tiempo magníficos miradores sobre el océano.
Camina el viandante
acompañado de diversos elementos vegetales y con momentos maravillosos sobre el
salado elemento.
Al poco nos vemos ante La
Ermita de San Sebastián reedificada en torno a 1.770 y restaurada a finales del S.
XX. A su lado mira al mar un pétreo cruceiro.
Muy cerquita nos
refrescamos en una oportuna fuente.
Y descubrimos un
solitario molino.
Y ya nos adentramos en
Oia por cuyas calles deambulamos deteniendo nuestra vista en algún elemento
arquitectónico.
Antes de admirar el
fabuloso Monasterio de Santa María. Comenzó a construirse a mediados del S.
XII. Formó parte de La Orden del Císter y cuenta con elementos románicos,
góticos y barrocos, fruto de las reformas que sufrió hasta finales del S.
XVIII.
Poniendo fin aquí a
nuestra 7ª Etapa del Camino.
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