lunes, 14 de marzo de 2022

De Viana Do Castelo A Afife Por Ecovía Litoral Norte

 Y seguimos conociendo La Costa Atlántica de Portugal caminando desde Viana do Castelo hasta Afife

Iniciamos en La Estación de Tren de Viana do Castelo en donde somos recibidos por Los Danzantes. Y como reza la canción reflejada en la base de su escultura, prometemos que en más ocasiones “Hei de voltar a Viana”. 

Callejeando admiramos la rica arquitectura de la ciudad reflejada en La Casa Werneck, El Palacio dos Vizcondes da Carreira o dos Távoras, Monumento Nacional del S. XVIII con ventanas manuelinas, rematada con merlones y Sede Actual del Ayuntamiento.

Y La Casa dos Alpuim, palacio manuelino urbano que acoge La Biblioteca de la villa. Si miramos hacia atrás y elevamos la vista descubrimos la silueta inconfundible de Santa Lucía do Monte vigilándonos desde su atalaya.  

Destacamos también La Casa das Varandas, o da Misericordia. Consta de un Palacete del S. XVI de Estilo Barroco y manierista y una Iglesia, levantada en el XVIII. El conjunto está declarado Monumento Nacional. Fijaos en su pórtico con arcos con un gigantesco escudo heráldico, y en las columnas superiores, formadas por esculturas.

Estamos ya en La Plaza de La República, lugar emblemático de Viana. Allí nos acoge su gran Chafariz central, fuente ornamental renacentista del S. XVIII, realizada en granito por el maestro cantero João Lopes, O Velho. Catalogada como Monumento Nacional su columna central remata con elementos que representan figuras de animales y un astrolabio esférico. 

Se encuentra frente al Antiguo Pazo do Concello construido en granito, con el piso bajo delimitado por tres arcos ojivales a los que corresponden, en el piso intermedio, tres ventanas con balcón.

Todo ello a dos pasos de La Iglesia Matriz de Viana, de la primera mitad del S. XV, influida por la estética Gótica, aunque conserva el aspecto de iglesia fortificada, con inspiración Románica. En la fachada, dos imponentes torres almenadas enmarcan el cuerpo central en el que destaca un rosetón de moldura labrada, sobre un pórtico ojival con cuatro arquivoltas, tres de ellas decoradas.

Consagrada a Santa María La Mayor, fue convertida en Catedral en 1977. Su entrada está protegida por esculturas de seis apóstoles: San Pedro, San Pablo, San Juan, San Bartolomé, Santiago y San Andrés.

Seguimos callejeando hasta subir la monumental escalinata de La Iglesia da Senhora da Agonía del S. XVIII, aunque La Torre se añadió en el XIX. En su fachada de cal blanca, con adornos en piedra y sobre la portada, se encuentra La Virgen titular esculpida también en piedra. Su fiesta, celebrada en agosto, es la Romería más famosa de la región.

Su Culto data del S. XVIII por la devoción de la gente vinculada al mar, agradeciendo los favores recibidos durante tempestades o naufragios. Así, casi a sus pies, resalta La Escultura dedicada Al Pescador y, algo más adelante, El Monumento a Caramuru. Realizado en bronce representa a ese personaje con influencia en la historia de la fundación de Brasil y a una indígena. Antiguamente formaba parte de La Plaza de La República.  

Y por fin alcanzamos la inmensidad salada y azul, a la que nos acercamos con ansia.

Es relajante y al mismo tiempo hipnotizante, seguir su vaivén enérgico luchando contra las rocas. 

Al rato nos topamos con “O Forte de Areosa” o “Forte Velho” llamado así por ser el primero de muchos en ser construido en época de Las Guerras de Restauración, para reforzar la defensa de la costa atlántica, muy expuesta a los ataques de La Armada Española. Presenta planta estrellada con cuatro baluartes laterales.

La costa es rocosa y no dudamos en pisar su dura superficie disfrutando a tope del color, olor, sabor y brisa del océano al igual que las aves que por allí pasan.

Nos emocionó el primer molino de viento que avistamos. El blanco y rojo de su exterior enriquecen la paleta de colores de la senda.  

 Al igual que los demás que, salpicados aquí y allá, animan el camino. 

Ilustrándonos sobre la forma cómo nuestros antepasados, que eran muy sabios, obtenían energía fácil y ecológicamente.

Nos encontramos sobre La Ecovía Litoral Norte y el suelo que pisamos es variado.

Momentos hay en que nos deslizamos sobra la madera de pasadizos colocados al efecto, y sin perder de vista el rugir del océano.

 Y otros en que nos acercamos a caminar sobre las rocas que, actualmente cubre La Marea Alta, para conocer un Geositio con diferentes oquedades de formas y tamaños variados, en donde se extraía la sal desde La Edad de Hierro. 

De esta época datan también Las Salinas de Carreço, estructuras talladas en la roca rellenadas con agua de mar para que se evaporase y recoger la sal acumulada. Están a la vera del camino alejadas del nivel de La Pleamar.

Por una senda empedrada nos adentramos en la población.

Para así arribar al enclave en donde se encuentran O Moinho do Marinheiro e O Moinho de Cima, molinos de viento del S. XIX, de planta circular, paredes de piedra y techo de madera, que todavía conservan sus aspas.  

Desde allí, por una senda preciosa, nos dirigimos de nuevo hacia el líquido elemento cuya superficie se balanceaba rítmicamente ante nuestra atenta mirada. 

Llama la atención una alta y estrecha columna llamada “Sirena” que, hace años, con tiempo nebuloso, emitía un sonido, para alertar a las embarcaciones, de la proximidad de la costa.

A su alrededor diversas formaciones rocosas, algunas de las cuales dicen que ocultan petroglifos,  completan el escenario.  

 Y todo ello bajo la banda sonora ejecutada por El Atlántico en pleno esplendor. 

De repente surge ante el senderista la silueta del Fuerte de Paçô. Reconstruido en el S. XVII desempeñó un papel importante durante las invasiones napoleónicas uniéndose a la línea defensiva del Atlántico.  

Finalmente, por un sendero bajo frondosa arboleda y el sonido cantarín del Río Afife llegamos a la costa del mismo nombre.

En donde ponemos el punto final a esta fantástica caminata con sabor a brisa y a sal. 

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