Una vez más volvimos a saludar a nuestro viejo amigo El Cantero.
En esta ocasión iniciamos
la caminata desde La Iglesia de San Vicente de Cerponzóns cuyo origen se remonta al S. XII, con numerosas reformas posteriores.
En sus paredes destacan varios escudos de La
Familia Osorio-Galos y la imagen de San Vicente con el perro y el cuervo. En
su atrio fuente, pozo, palomar, camelias y dos cruceiros.
A continuación nuestros
pasos nos llevaron por una senda tranquila y fácil de caminar.
Pequeños regatos, y
fuentecillas casi olvidadas del mundo se unen a nosotros.
En seguida escuchamos un
fuerte rumor de agua deslizándose alocadamente ladera abajo. Era El Río Rons, pleno de fuerza y furia lleno su cauce por las recientes lluvias.
Lo seguimos un rato
ensimismados en la belleza de sus aguas. Para nuestra sorpresa, en su margen
derecho vislumbramos un viejo molino casi escondido entre la maleza.
¿Verdad que ofrecía un bonito espectáculo?
Lo dejamos fluir
libremente y nosotros iniciamos un suave ascenso hacia nuestro objetivo sin
nada que perturbase nuestro caminar.
A veces pisábamos sobre
una verde alfombra tejida por la mano artesana de La Madre Naturaleza tanto
tiempo sin ser perturbada por los caminantes.
Arribamos así al Embalse
de Pontillón do Castro abastecido por
algunos regatos pequeños, y el Río Rons, también llamado Río Loural, que nace
en el cercano Monte Acibal. En sus serenas aguas canoístas y piragüistas
entrenaban afanosamente.
Estilizados árboles,
algunos todavía despojados de sus hojas, amistosos bancos y puestos de pesca,
adornan el recinto.
Que ofrece distintas
zonas para animar a los deportistas en su esfuerzo.
No faltan oportunas
fuentes en donde refrescarnos.
Un servicial puente nos
permite sortear al río Rons.
Que ya aquí se nos
muestra rugiente y enérgico.
Damos la vuelta al
embalse viviendo momentos únicos, apacibles y en calma.
Observando las bien
cuidadas instalaciones del Complejo Deportivo David Cal,
centro de entrenamiento en aguas tranquilas de canoístas y piragüistas de todas
las categorías.
Y después de una ligera subida, por fin pudimos
cambiar impresiones con El Cantero en el monumento erigido en el 2000 con apoyo
de La Comunidad de Montes de Verducido en El Outeiro do Castro.
Llamado así en referencia a un posible asentamiento castrexo de La Edad de Hierro y desde donde se tiene una visión privilegiada del embalse y se avista la bocana de La Ría de Pontevedra en la lejanía.
Debe continuar el caminante su periplo, ahora ya descendiendo, y lo hace con el dulce aroma en el aire de una avanzadilla de La Primavera.
Y volvemos a encontrarnos con el río Rons en un bonito escenario con un molino, cubiertas sus paredes de verde hiedra. Y un rústico puente de piedra bajo el que discurre la blanquiazul sonoridad líquida.
Que, junto con todos los demás elementos, reconfortan el alma de todo el que por allí pasa.
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