¡El otro día nos acercamos a ver las vistas desde El Banco de A Caritaina!
Para ello comenzamos
nuestra caminata cerca de La Playa Fluvial de Ponte Sampaio, para,
inicialmente, seguir los pasos que nos llevan por el “Roteiro polo Patrimonio
de Ponte Sampaio”.
Allí tomamos contacto con
las dulces aguas que se deslizaban plácidamente bajo los ojos del Puente
Medieval, escenario de la última batalla en Galicia
contra el ejército de Napoleón, durante La Guerra de
Independencia.
Construido sobre una antigua cimentación romana, El Puente de Ponte Sampaio, con sus 144 m salva las aguas del Río Verdugo gracias a sus diez arcos apuntados y a los robustos tajamares que luchan con las corrientes.
Un sobrio hórreo, una ladeada farola y dormidas barcas al sol son testigos de nuestro caminar.
Que nos lleva siguiendo las huellas dejadas
por millares de peregrinos por El Camino Portugués a Santiago. Hórreos,
cruceiros, lavaderos y algún duende sienten envidia y se unen a nosotros.
Frondosos árboles, riachuelos
y muros musgosos componen el bucólico escenario.
Que nos conduce hasta el
bullicio de las aguas del Río Ulló deslizándose bajo un moderno puente de
hierro.
Siguiendo el murmullo del
agua, encontramos una pequeña área recreativa, y a un paso unos silenciosos
molinos, abandonados a su suerte a la vera del Ulló, espléndido, azul y lleno
de rugiente vigor.
Preciosa la senda que
pisamos a continuación con el Ulló, desbocado, mostrando orgulloso su belleza y
esplendor donados por las últimas lluvias.
Pasamos por Vilar con su
Cruceiro, solitario en la encrucijada.
Sabemos que nuestro
objetivo está cerca. Los nervios se apoderan de nosotros mientras caminamos bajo el cielo azul.
¡Y por fin lo vemos ahí,
delante de nosotros, el banco, con su color rosa destacando en el paisaje!
Llegamos hasta él, nos
sentamos y contemplamos las vistas tranquilamente, disfrutando de todo lo que
La Madre Naturaleza nos brinda en este rincón de nuestra maravillosa Galicia.
Incluso nos encaramamos a
las providenciales rocas del entorno para no perder ni un ápice del espectáculo
de tierra, mar y aire.
Nos deslizamos por el
lugar de O Rañadoiro en donde nos llamó la atención El Cristo da Bica de 1847,
por su policromía, y ya en la salida El Canastro De Proumalla, lo que queda de
la estructura de un primitivo “celeiro”.
Así como “O Paredón”, una
conducción de agua procedente de Portavedro, en las cercanías de La Sierra da
Fracha de unos 100 m de largo aproximadamente.
Al poco nos vemos delante
de Los Pozos de Corneda. En sus aguas, calmadas y reposadas, blancas flores
silvestres ofrecen su aroma y su color al caminante.
Que se deja llevar por
senderos empedrados, a veces algo encharcados, pero siempre llenos de belleza.
La masa arbórea que nos
rodea contribuye al encanto de la ruta.
El rumor de las aguas del Regato Dos Muiños, en un misterioso paraje, nos acompaña en la visita a Los
Molinos de Acebedo. Todos con una imponente presencia en su ahora tranquila
vida. Destacamos el molino de cubo y las dos preciosas pontellas sobre el
líquido elemento.
Emociona pensar que
estamos realizando el mismo recorrido que antaño lo hacían nuestros mayores
para llegar hasta allí, moler el grano y obtener la preciada harina.
Bebemos en las fuentes
que ellos lo hicieron y pasamos la vista y el recuerdo por las conversaciones
dejadas en las piedras de los lavaderos y hórreos.
Y supimos de su devoción
religiosa en La Capilla de San José, de curiosa inscripción sobre el dintel de
su puerta, y en las cruces de piedra del camino, alguna, como La Cruz de O
Forniño, dibujada por la ágil mano de nuestro polifacético Castelao.
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