La majestuosidad del Puente de Ponte Sampaio es una de los protagonistas de nuestra caminata.
Que iniciamos en las
cercanías del Paseo Marítimo de Arcade en donde somos recibidos por La
Mariscadora obra del artista Carlos Tesouro, y nos recreamos en sus jardines.
Muy cerca, en El Puerto, algunas
barcas descansan de la faena, y a lo lejos, El Puente de Rande sigue con su
actividad incesante.
Está la marea baja, con
el agua salada lejos de nuestro alcance, pero la belleza de La Ría de Vigo está
siempre presente.
El paseo, tranquilo y
relajado, va bordeando Las Playas Muxeira y Matilde. Os sorprenderá la imagen
del Cristo de Corcovado cual si estuviéramos en Rio de Janeiro.
Hay un momento en que
pasamos bajo los puentes por debajo de los cuales El Río Verdugo se desliza
hasta El Océano Atlántico.
Y continúa el caminante
por el sendero contemplando La Isla de Medal a un lado y El Puente de Ponte
Sampaio sobre las aguas dulces del Verdugo.
A medida que nos
acercamos la emoción se acreciente ante el imponente espectáculo.
Del
llamativo puente medieval de diez arcos que une Pontevedra y Soutomaior,
escenario de la última batalla en Galicia contra el ejército de Napoleón
en 1809.
Y que hoy en día ve pasar millares de
peregrinos por El Camino Portugués a Santiago de Compostela.
Que después del puente va culebreando por
medio de la población igual que hicieron muchos otros anteriormente.
Nosotros seguimos otros derroteros por un
precioso sendero con marea alta besado por las aguas del Verdugo.
Y que nos conduce al emplazamiento de La Isla
de Medal o Isla de Insuíña a la que accedemos a través de un puente levadizo
que parece transportarnos a épocas medievales.
Mientras deambulamos por ella el alma se nos
llena de paz y de sosiego al tiempo que podemos contemplar algunas obras del
artista Medal del que toma uno de sus nombres.
Y una vista lejana del Puente de Ponte Sampaio impertérrito a través del tiempo.
Y ya nos dispusimos en dirección al siguiente
objetivo. Y lo hacemos por una senda pegada al mar en donde era evidente el
paso del pintor otoño por el lugar.
Hay miradores naturales desde donde contemplar
el ancho océano, la fauna que por allí se acerca y Las Islas Alvedosas cual
fieles guardianes de La Ensenada de San Simón.
Al llegar al Puerto de Paredes poned atención a una columna allí plantada, dicen que servía para delimitar antiguamente las zonas de dominio fluvial y marino.
Siempre con la vista en el azul del mar la
senda nos lleva por entre la sombra de distintas especies arbóreas y áreas
recreativas que ofrecen un descanso al caminante.
Y ya nos va mostrando retazos de Las Salinas
de Ulló, punto importante de la ruta.
Una marisma formada por la unión de los
arroyos Tuimil y Villlil en donde se retenía el agua del mar cerrando unas
compuertas para que la evaporación cristalizase la sal.
Es un verdadero placer dejarse llevar teniendo a un lado las salinas y al otro pequeñas lagunas pobladas de peces, patos salvajes y otras especies de nuestra flora y fauna.
Y lo que no os podéis perder son los restos de
las edificaciones dedicadas a viviendas de la gente relacionada con las
salinas. Se les conoce como La Granja de las Salinas.
Ahora en ruinas, derruidas por la soledad y el
olvido y revestidas por la acción de la naturaleza, ofrecen una impresionante y
selvática visión.
Parece que en cualquier momento aparecerá por
allí Indiana Jones en busca del tesoro.
Nosotros no lo esperamos y seguimos
orillamar hasta O Peirao dos Caralletes,
llamado así al parecer por la abundancia de esta especie.
Como ya dije la marea estaba baja y las
mariscadoras se afanaban en la ría.
Volvemos a Las Salinas y las cruzamos por el
dique de contención para retener el agua salada que tras la evaporación dejaba
la sal en el terreno para su recogida.
Y ya regresamos al punto de inicio con el alma emocionada y con sabor a sal.
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