Los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas estuvimos por Teo en busca de Los Petroglifos que
por allí abundan.
Dimos comienzo a la búsqueda
en Cornide al pie de “A Capela Dos Milagres” y El Cruceiro allí presentes.
Una senda lisa y llana
hace fácil el inicio.
En seguida divisamos un
solitario molino y allá que nos acercamos.
Muy próximo, El Molino de
Cornide siente el beso de las aguas del Río Angueira.
Recientes pasarelas de
madera y rústicos pontones facilitan el paso del caminante.
Que poco a poco se va
adentrando en el boscoso paraje en donde predomina arbolado de ribera, helechos
y otras especies.
Nuevamente las
providenciales pasarelas de madera llegan en auxilio del senderista.
Y allí en pleno bosque
sale al encuentro la solitaria figura del “Muiño das Picariñas”.
Traviesas enredaderas y
helechos juegan ahora a subirse por sus ruinosas paredes, mientras el río pasa
susurrando un cantar.
Los llamados “Petroglifos
do Río Angueira” protagonizan nuestro primer encuentro con la obra artística de
nuestros ancestros.
Prosigue su paseo el
caminante, a veces por caminos pedregosos en donde destacaba el verde y el
amarillo de la flor de tojo.
Altos pinos y también
eucaliptos destacando su figura sobre el azul del cielo son testigos
privilegiados de nuestro paso.
El camino va serpeando
por el terreno y parece querer llevarnos a coger el blanco algodón de las
alturas.
Visitamos también la zona
de Petroglifo do Fondao, da Pena Bicuda de Loureiro, de Outeiro Piquiño y
Petroglifo do Trono da Raíña cuyo entorno presentaba este aspecto.
En sus inmediaciones un
bosque de pinos rompe un poco la monotonía vegetal antes de conocer El
Petroglifo de Pena Bicuda de Regoufe.
Continúa el senderista su
periplo con alguna empinada cuesta adornada por el telón azul y blanco de las
alturas.
Todo para arribar al
enclave en donde se encuentra El Petroglifo do Meau.
El día, no demasiado
fresco y sin lluvia, resultaba propicio para la caminata.
Los últimos petroglifos
con que nos topamos están en la zona de Outeiro do Corno.
Estrechas sendas rodeadas
de árboles de altos troncos y desnudas ramas nos van conduciendo de nuevo a
orillas del Angueira.
Allí, en la espesura,
todavía nos esperaba la sorpresa del Molino da Bouza besadas sus paredes por
las aguas del regato.
Y poco a poco, llaneando
y siguiendo las curvas del camino los senderistas van llegando al final de la
ruta.
Una ruta con indudable
sabor a agua, piedra, arte e historia.
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