En esta caminata
conoceremos siete puentes sobre aguas turbulentas.
Le dimos inicio en
Portela do Homem, Portugal, en donde ya nos tropezamos con los miliarios de La
Milla XXXIV, vestigios de la calzada romana Vía Nova.
La senda se presenta ascendente
y cómoda para el caminante.
A lo lejos las solitarias
montañas se perfilan como telón de fondo inicial de la caminata.
Es primavera y las
florecillas silvestres colorean y alegran el paso del caminante.
Mil colores y olores de flores se acercan a nosotros regalándonos palpitaciones de entusiasmo y de
sosiego.
Llenándonos y
emocionándonos hasta el alma con la amplitud de su colorido y belleza.
De vez en cuando la
mancha ora blanca, ora azul del Río Homem, cercano o más lejano se dibuja en la
lontananza.
Momentos hay para divisar
el a veces verde, a veces azul y tumultuoso discurrir de las aguas desde auténticas atalayas
privilegiadas.
El camino es seguro, la
senda variopinta. Troncos y ramas secas también son testigos del encuentro de
Humanidad y Naturaleza aquí, en esta masa forestal de Marta da Albergaría.
La alegría y la calma
dominan y acarician el entorno cuando Los Senderistas del Blog Grupo de
Andainas Rías Baixas avistamos el primer puente algo desvencijado y camuflado en la vegetación
dominante.
Haced un alto en el
camino. La cascada, la poza, el verdor, la humedad, los aromas, la brisa,… bien
lo merecen.
¿Y qué decir una vez
llegados al segundo puente con la segunda cascada?
El agua corre risueña y
serena mientras los verdes y azules de otras tierras se añaden a la paleta con
la que pintamos caminos de antaño y de siempre.
Caminando bajo la sombra
de la arboleda los miliarios de la Milla XXXII nos salen al encuentro.
Mientras el cuerpo se refresca
en el agua de La Fuente Da Balsada, la imaginación puebla de hadas y duendes la senda
solitaria y el río pasa susurrando un cantar.
Llega el momento del
tercer puente. En este caso sobre El Río de Maceira.
Sus aguas, traviesas, se
alegran de nuestra presencia, llaman al caminante y lo animan a unirse a su
juego.
Muy cerquita aguarda el cuarto
puente y permite cruzar sobre El Río do Forno.
Lo que no podéis perder
es todo lo que se nos ofrece una vez arribados al quinto puente, curiosamente
llamado “Ponte Feia”.
A sus pies las esmeraldas
aguas del Río Homem en cascada descienden vertiginosamente por los escalones de
su lecho.
El caminante con el corazón
palpitante se acerca sin miedo al rumoroso líquido, las agujas del tiempo
paradas, solo respirando el momento.
Todo suena a vitalidad y
energía transmitida por el vertiginoso fluir.
El senderista continúa su
periplo siempre más allá entre la sombra del bosque y las piedras milenarias
dejadas por los romanos en La Milla XXXIII.
La senda serpeante lo
lleva hasta el sexto puente sobre El Regato de Monção con viejas historias
sonando incesantes en sus cantos rodados y entre el arbolado.
A un tiro de piedra El
Puente de San Miguel, el séptimo, con su arqueada silueta de madera.
El Río Homem reconoce a
los caminantes, los saluda y agradece su visita con la canción verde esmeralda
de sus aguas.
Con alegría sigue el
senderista la variopinta ruta, ahora en ligero ascenso.
Cerrando así un círculo
de regocijo y entusiasmo que aún suena en nuestro recuerdo y que allí permanecerá
con serenidad y sonrisa durante largo tiempo.
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