La segunda etapa de
nuestra peregrinación tuvo como punto de inicio Triacastela y línea de meta en Vilei,
Barbadelo.
Una mañana gris del mes
de julio dejamos atrás Triacastela y lo hacemos por una senda bastante
arbolada, tomando la variante que va por San Xil.
Aunque actualmente hay
muchos peregrinos que realizan la opción que pasa delante del Monasterio de
Samos puesto que allí hay hospedería y albergue además de poder admirar la
belleza del monumento.
En seguidita llegamos a
Balsa en donde las flores reflejaban la climatología reinante ese día.
Y las aves de corral
salían a recibirnos.
Paraos un momento en La
Capilla de San Antonio, pequeña y bonita. Echad un ojo hacia adentro, a ver si identificáis
las figuras de su retablo.
El camino ahora
transcurre por bonitas corredoiras entre muros musgosos.
Y altas congostras.
Una paradita también es
preceptiva en La Fuente De Os Lameiros con su característica concha de vieira.
Hasta aquí no hicimos más
que ir ascendiendo paulatinamente y llega ahora un poco de relax, llaneando, que
aprovechamos para observar todo lo que nos rodea. Las montañas allá lejos perdidas
en el manto de oscuras nubes que las cubren y las vacas paciendo calmosamente.
El peregrino se adentra
de nuevo en la frondosidad del bosque gallego.
Y se encuentra con una
compañera de viaje bastante usual por estos pagos: la lluvia, que también quiso unirse a la peregrinación en un verano bastante inusual.
Afortunadamente se cansa
en seguida y nos acompaña muy poco rato.
El camino es variado y no
se hace monótono. Contribuyen a ello diversos elementos como estos pasos de piedra
sobre un regato poco antes de Furela.
La Capilla de San Roque
en Furela.
Estas escaleras surgiendo
así de repente en pleno bosque.
Sin casi darnos cuenta,
hemos ido descendiendo y ya nos encontramos en Sarria la cual atravesamos. Bordeamos El Río Sarria, subimos la escalinata y nos encontramos con La Iglesia de Santa
Mariña.
No dejamos atrás La
Iglesia De San Salvador, gótica del S. XIII.
Por cierto que muy cerca
se encuentra La Torre da Fortaleza que, según dicen, perteneció a un antiguo
castillo que defendía El Camino de Santiago y toda la comarca.
Acercaos hasta el
emplazamiento del Monasterio de La Magdalena, reconstruido en el S. XVI y que
presenta una mezcla de estilos con fachada plateresca, claustro gótico y
elementos barrocos.
Después de una abrupta
bajada el peregrino se da de bruces con El Puente de Áspera de cuatro arcadas sobre
El Río Celeiro.
A continuación, caminamos
entre fincas cultivadas y hay un momento en que se cruza la vía del tren.
Y también El regato do
Cervo a través de esta pasarela de madera.
Es ahora cuando nos
tenemos que preparar para vencer un empinado repecho.
Menos mal que transcurre
en un tramo bastante sombreado y con árboles autóctonos, algunos con curiosas
formas, que contribuyen a animar al cansado viajero.
Y tras unos cuantos pasos
ya en llano, llegamos por hoy a nuestra meta en Vilei, Barbadelo, para un más
que merecido descansito.
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