Hoy, en El Blog Grupo de
Andainas Rías Baixas os dejamos una ruta cortita pero muy completa con playas, petroglifos, faro, molinos de viento...
Transcurre por tierras de
Portugal y tiene como punto de inicio y final La Playa de Carreço en donde
las olas agitadas de ese día llegaban con furia hasta la arena.
El cielo estaba amenazador
y junto con el oscuro colorido de las rocas formaban un paisaje misterioso que apetecía desvelar.
Así lo hicimos y, al poco,
nos encontramos con las llamadas pilas salineras, excavadas en la propia roca, y utilizadas para conseguir sal,
por medios muy rudimentarios, en una época en que la humanidad utilizaba todo su
ingenio para sobrevivir.
Y, a un tiro de piedra, los
primeros grabados rupestres de la ruta. Están localizados en unas rocas en La Playa de Fornelos. Es difícil distinguirlos, pero los carteles colocados al
efecto, nos ayudan a visualizarlos.
Los senderistas continúan
su camino teniendo suerte con el tiempo atmosférico, sin la compañía de la anunciada lluvia,
y admirando la acción de La Madre Naturaleza desde diversos rincones.
Llama la atención del
caminante una construcción altiva, allí, surgiendo entre las rocas, que llaman
"la sirena” y que, al parecer, emite sonidos electrónicos para ayudar a la
navegación en caso de niebla.
Estamos en invierno pero,
allí, hay un colorido tal que parece que acaba de llegar la primavera.
El alma del caminante se
va llenando de todos los sabores, olores y colores del momento mágico en el que
se encuentra y, allá a lo lejos, divisa la inconfundible silueta del Monte
Santa Tecla.
Como ya dije, hay
abundancia de grabados rupestres en la zona. Y, buscándolos entre las rocas, nos
quedamos varias veces hipnotizados por las maravillosas escenas que nos
proporcionaba el mar jugando con sus olas y lanzándolas contra los peñascos.
El día invitaba a corretear
por la playa desierta, sólo poblada por las gaviotas, que huían raudas y
ligeras al oír los pasos de los caminantes.
Dejándolos así, disfrutar
plenamente del fantástico espectáculo ofrecido por las embravecidas aguas.
En la misma playa
encontramos la recia y abandonada estructura del Fuerte de Paçó.
Aún así, triste y
desolada, su presencia, nos da idea de la belleza que antaño moró entre sus
muros.
Hay momentos en que
caminamos directamente sobre la arena de la playa y, otras, en que una pasarela
de madera da ligereza a nuestros pasos.
Casi siempre caminamos en
terreno despoblado pero, aunque pocas, no faltan ocasiones sombreadas.
Las vistas sobre el
océano son casi constantes y la figura del Tecla, envuelta en bruma, sigue
vigilando nuestro caminar desde su lejana atalaya gallega.
Lo mismo hace, con sus 28 m de altura, El Faro de
Montedor, el faro más occidental de la costa continental portuguesa.
Muy cerca nos topamos con
el primer molino de viento de la ruta: El Molino Do Petisco que, además,
constituye un fantástico punto para continuar con la visión de las cercanas aguas
saladas.
Os aconsejo vivamente
que os acerquéis hasta los cercanos Molinos Do Marinheiro y De Cima, los dos muy
cerquita del anterior. Son una auténtica obra de arte que nos trae
reminiscencias de un pasado no muy lejano.
¡Como veis, una ruta
preciosa! Nosotros la disfrutamos del principio hasta el fin. Ayudó a ello, la
soledad de la playa y demás parajes, el especial colorido de la nubes y el
encabritado estado de las olas. ¡No os la podéis perder!
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