Poco a poco vamos
trayendo hasta El Blog Grupo de Andainas Rías Baixas algunos de los lugares más
emblemáticos de nuestra Galicia. Esta vez le tocó el turno a Corrubedo.
Iniciamos nuestra visita
en el puerto de la localidad en donde las barcas descansaban de la dura faena
de la semana.
Poco a poco vamos tomando
contacto con una etapa que iba a ir bordeando parte de la costa de esta
localidad. Y lo hacemos inicialmente a través de la playa de O Prado.
A su vera nos sorprendió
este rústico cruceiro allí pegado a la mar esperando la salada visita de las
olas.
La mañana apareció
vestida con un nebuloso manto de niebla que no nos permitía ver muy lejos y que
hacía que la silueta del Faro de Corrrubedo se nos presentase casi como una
visión, allí en medio de las rocas, impasible, cumpliendo su misión.
Esa misma bruma impidió
que las fotografías muestren toda la belleza del lugar pero no impidió que
disfrutásemos del paseo. Así admiramos las variadas playas que íbamos
descubriendo.
Los rocosos acantilados,
ese día, dulcemente besados por el mar.
Los muros artesanales, de
piedras, para separar las fincas y los límites del camino por donde pasábamos.
De vez en cuando
aparecían ante nosotros formaciones rocosas naturales con aspectos curisosos
que nos deteníamos a observar.
A veces parecía que se
habían convertido en mudos vigilantes del sendero que se ríen al paso de los
caminantes.
Otras, se apostaban a uno
y otro lado marcándonos la senda por donde pisar.
Y ocasiones hubo en que
hacían de pedestal para que el caminante pudiese otear el océano, más allá de
su capa húmeda y gris.
Bonita sorpresa la presencia inmutable de
este molino.
Casi al lado de esta
pasarela de madera que hacía más cómodo y ligero el paso del senderista.
Como estamos en otoño, es
época de recogida de los frutos de esta temporada, y los hórreos se encargan de
guardarlos y preservarlos, como éste de la localidad de Teira.
El toque religioso de la
ruta lo pone La Iglesia de Santa María de Olveira.
Cerca de allí se
encuentra la famosa duna móvil de Corrubedo a la que se accede a través de una
pasarela cuyos límites está prohibido revasar.
Y no os perdáis el reencuentro
de nuevo con el mar justo en donde se encuentra La Marisma de Carregal y el
llamado Río Del Mar.
La arena es fina y las
aguas forman un suave remanso que proporciona serenidad a quien por allí se acerca.
Animaos a caminar a través
de la playa, jugando con las gaviotas.
Sobre todo, decidíos a
llegar hasta allí y dejaros guiar por los sentidos. Ellos llevarán vuestros
pies, y, además de las playas, las dunas, las rocas, la arena, el mar... cada uno
encontrará algo especial que permanecerá por siempre en nuestras retinas.
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