La caminata que os presentamos hoy en El Blog
Grupo de Andainas Rías Baixas tiene como protagonistas las tierras de Forcarei
regadas por El Río Lérez.
Es una ruta circular que tiene su punto de inicio
y final en Gaxín, Forcarei. Desde allí, inicialmente, iremos ascendiendo
ligeramente. Ejemplares de acebos, robles y castaños son nuestros compañeros.
Pasaremos algunos núcleos de población en
donde apreciaremos casas de piedra, fuentes y lavaderos, hórreos...
Y momentos hay en que parte del variado colorido
de la primavera en el monte gallego se muestra ante nosotros.
Así llegaremos sin mucho esfuerzo hasta el Monasterio
de Acibeiro, auténtica joya medieval de La Orden del Císter, fundado en el S. XII.
Considerado Monumento Histórico Artístico desde el año 1931 y considerado Bien
de Interés Cultural en la actualidad.
Tanto las dependencias monacales, dedicadas
ahora a hospedería, y la parroquia de Santa María reciben el
nombre del lugar de su emplazamiento y de la especie vegetal en él predominante
“Lugar de
Acebos”.
Y de allí los senderistas, que hasta ahora habían
caminado sin seguir ningún tipo de marcas, se dirigen al encuentro del río Lérez
y la llamada Senda Das Pontes do Lérez.
Esta es una ruta homologada, el PR-G 113 que
va siguiendo el cauce del Lérez. Como tal se encuentra señalizada con las
marcas blancas y amarillas, si bien algunas ya necesitan de un repasito de
pintura y algunas son difíciles de localizar o se encuentran desaparecidas.
Esta parte de la caminata es realmente
espectacular. El Lérez nos obsequia con un amplio repertorio de imágenes. A
veces sus aguas formando tranquilos remansos en donde la superficie es un auténtico
espejo en donde los alisos, sauces, y otros árboles típicos de ribera se miran fascinados.
Y otras veces encabritadas sus rugientes aguas
en vertiginosos rápidos, molestos por los impedimentos a su loco avance hacia el
mar.
El senderista camina teniendo siempre al Lérez
como compañía. El sendero a veces al nivel del agua, a veces más elevado, a
veces poniendo a prueba el equilibrio del caminante, a veces ofreciéndole
trazados serpeantes entre los árboles.
¡Pero siempre fascinante!
No dejéis de visitar el espectacular paraje
formado por una bonita cascada y un, ahora, silencioso molino.
La senda está jalonada, en una y otra orilla
por la presencia de varios molinos. Algunos ya camuflados y mimetizados con la
vegetación que inexorablemente los va cubriendo.
Otros como figuras fantasmales, algunos
todavía majestuosos y elegantes, pero todos demostrándonos la riqueza que
estas tierras alcanzaron en un pasado no muy lejano.
Y alguno todavía impresionante en su soledad
sólo turbada por el canto de los pájaros y el discurrir de las aguas lamiendo
sus paredes sin cesar.
Nos llamó poderosamente la atención el llamado
“Batán da Ponte”, un ingenio mecánico que compactaba la lana de tal manera que
el tejido confeccionado fuese más resistente al paso del frío y la lluvia.
Y no puedo dejar de mencionar los puentes que
vamos conociendo, que por algo la senda se llama así, “Pontes do Lérez”. Variedad
de materiales en su construcción. La piedra en muchos de ellos como en “A Ponte
do Crego” en donde La Moura Loureiriña continúa peinando sus largos cabellos mirándose
en el espejo del río.
Y también la madera forma elegantes
estructuras para cruzar de una a otra orilla.
Los senderistas vibran especialmente cuando
vadeamos el Lérez igual que lo hacían nuestros antepasados pisando sobre las
poldras, que enseñan orgullosas sus gastadas superficies testigos de los pies
incesantes que antaño las usaban.
¿Y qué decir del Puente de Gomail? Una auténtica
joya, dicen que del S. XV, y uno de los más bonitos de este recorrido reforzado
por el maravilloso entorno en donde se encuentra.
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