Aquí os dejamos
la crónica de nuestra XV Etapa por El Camino Francés a Santiago que nos lleva
desde Castrogeriz hasta Frómista.
La Colegiata de
Santa María del Manzano, monumento
emblemático de Castrogeriz, fue testigo de nuestro inicio.
Recorrimos
los primeros metros por las calles del considerado uno de los pueblos más
bonitos de España, teniendo sobre nosotros la señorial figura de su castillo
recortándose en el horizonte.
Caminando
por La Calle Real nos encontramos con La Iglesia de Santo Domingo de Estilo Gótico con bóvedas del S. XVIII.
Callejeando
nos encontramos con La Casa Consistorial y otros elementos que dan vida a
Castrogeriz.
Como El Monumento al Fuero de Castrogeriz reconocido entre los primeros otorgados en El Condado de Castilla y que recoge el conjunto de derechos y
privilegios otorgados en el 974 por García Fernández, Conde de Castilla, a la villa de Castrogeriz.
No pasamos
por alto La Iglesia de San Juan con elementos arquitectónicos del S.XIII pero
reconstruida siglos más tarde.
Ni La Fuente de San Juan ya a la salida de la villa.
Continúa
el peregrino su periplo con un bonito amanecer ofreciendo un manto de nubes
sobre los cerros circundantes que envuelve la atmósfera del camino con un halo
de romanticismo.
El Río
Odra riega estas tierras y lo cruzamos por un puente de madera bien arrebujados
contra el frío mañanero.
El sol
inicia su aparición tibiamente acariciando al caminante y disipando poco a poco
la neblina que se diluye en las colinas del paisaje.
Iniciamos
lentamente y con cautela el ascenso al Alto de Mostelares de considerable
desnivel.
Pero tras unos
resoplidos de alivio y recuperada la respiración, las vistas que se nos ofrecen bien merecen el haber
llegado hasta allí.
Descendemos
después un algo abruptamente sobre superficie cementada que bien requiere un
algo de nuestra atención y que nos lleva a una senda entre campos cultivados en
los que nos reencontramos con nuestros amigos los girasoles.
Para
dejarnos al pie de La Iglesia de San Nicolás de Puente Fitero, antigua
fundación de La Orden de Malta, de Estilo Románico con una sola nave y con
origen en los S. XII y XIII.
A pocos
pasos El Puente Fitero, construido en tiempos del rey Alfonso VI a principios
del S. XII, en Estilo Románico, nos ayuda a cruzar sobre El Río Pisuerga que
por aquí se desliza.
Por cierto
que sus aguas marcan la separación entre las tierras de la provincia de Burgos,
por las que veníamos transitando, y las de Palencia, que recorreremos a partir
de ahora.
Así, a
pocos metros, nos recibe La Ermita de Nuestra Señora de la Piedad del S.
XIII que conserva restos románicos y
góticos.
Ya en la
localidad de Itero de La Vega cuya Iglesia de San Pedro Apóstol destaca sobre las demás construcciones.
El Camino sigue discurriendo placentero por la llanura castellana,
flanqueado por altaneros árboles y fincas cultivadas gracias al agua
proveniente del Canal del Pisuerga.
Una pequeña área recreativa con antigua fuente romana incluida nos indica
que estamos en las inmediaciones de Boadilla del Camino.
En cuyo corazón visitamos La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción declarada Monumento
Nacional en 1981.
Junto
a ella se alza un gran Rollo Jurisdiccional de Estilo Gótico, obra del S. XV cuyo
fuste presenta una rica decoración con varios motivos de inspiración jacobea.
A kilómetro y
medio nos topamos con El Canal de Castilla, declarado Bien
de Interés Cultural en 1991. Esta vía de navegación de más de 200 km aprovechando el
agua de diferentes ríos, se realizó para poder llevar mercancías desde el interior
de España hasta los puertos del norte del país.
No dejamos
de contemplar la única esclusa cuádruple del recorrido ya muy cerca de Frómista cuyas compuertas facilitaban salvar un
desnivel de casi 15 m.
Antes de extasiarnos admirando la magistral Iglesia de San Martín
de Tours fundada por Doña Mayor, Condesa de Castilla en 1066 y que
constituye el edificio románico más puro y representativo de la provincia de
Palencia.
Se trata de una
iglesia con planta basilical compuesta por tres naves de bóvedas de cañón, de
diferentes tamaños y separadas entre sí por medio de pilares compuestos. Es
célebre por sus capiteles, casi todos
diferentes, labrados con un extenso surtido de imágenes sacras y
profanas así como con ornamentación vegetal y geométrica.
En la decoración exterior sobresale la gran
cantidad de canecillos con gran libertad temática, con figuras humanas, de
animales fantásticos, temas grotescos e
incluso eróticos,…
También
se aprecia “El Taqueado Jaqués”
o “ajedrezado” consistente en
una decoración a base de cuadrados, unos hundidos y otros salientes de forma
alterna, dispuestos en líneas paralelas, similar a un tablero de ajedrez.
Y nada mejor que este final apoteósico para una ruta llena
de vitalidad y cultura.
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