Hoy nos
damos un corto paseo por Córdoba, localidad privilegiada, cuyo Casco Histórico
fue declarado Patrimonio Mundial por La
UNESCO.
Comenzamos
conociendo El Alcázar de Los Reyes Cristianos, fortaleza y palacio de sólidos
muros que encierra en su interior gran parte de la evolución arquitectónica
de Córdoba, ya que en él restos romanos y visigodos conviven con los
de origen árabe.
Al poco nos tropezamos con El Triunfo de San Rafael del S. XVIII: columna
que, erigida sobre una torre que hunde sus muros en una gruta, sustenta al
Arcángel en agradecimiento por haber librado a la ciudad de la peste en épocas
pasadas.
Muy cerca,
sobre las ruinas del Antiguo Alcázar Omeya, se levanta El Palacio de Congresos
y Exposiciones, antiguo Hospital de San Sebastián, construido en el S. XVI. En
él sobresalen El Claustro, de
Arquitectura Mudéjar y La Capilla de Estilo Gótico Flamígero, rica en Decoración
Plateresca.
Y, justo
enfrente, los muros de La Mezquita de Córdoba constituyen ya un verdadero
deleite para la vista del visitante.
Haciendo
cola en El Patio de Los Naranjos el nerviosismo por contemplar el interior no
impidió admirar la belleza de lo que nos rodeaba, en donde sobresalía La Torre
coronada por la imagen de San Rafael.
Ya en La
Mezquita de Abderramán I de orientación sur, igual que La Mezquita de Damasco,
nos fascina contemplar los coloridos arcos de herradura. La alternancia de
piedra y ladrillo confiere a La Mezquita una singular bicromía al tiempo que la
doble arquería proporciona una mejor iluminación de los interiores.
Conocimos
el resultado impresionante y armonioso de las distintas ampliaciones que
contribuyeron a ensalzar todavía más la belleza de La Mezquita.
No pasamos
por alto La Catedral con planta de cruz latina y que alberga bóvedas góticas
junto con otras protobarrocas y una cúpula renacentista y cuyo retablo mayor
realizado en mármol se concluye en el S. XVII.
Y, como
amantes de la música, nos detuvimos un rato ante el órgano y la imponente Sillería del Coro, elaborada en caoba y tallada con diversos temas.
A continuación
nos dedicamos a callejear conociendo algunos lugares pintorescos de la ciudad.
Como la estrecha Calle de Las Flores con su plaza y
fuente.
Nos
adentramos ya en La Judería, un
laberinto de calles estrechas y empedradas verdadero foco de la cultura hebrea, musulmana y
andalusí durante siglos, en donde no faltan casas realizadas en estos estilos
ni La Sinagoga, única en Andalucía y tercera de las mejor
conservadas de época medieval de toda España.
No pasamos
por alto La Puerta de Almodóvar de Época Medieval reformada en el S. XIV y que
conserva las almenas y el adarve
originales. Junto a ella han colocado una escultura en bronce dedicada a
Séneca, filósofo cordobés.
Continuamos
el paseo encontrándonos bonitos monumentos y absorbiendo colores y olores
desprendidos en sus bonitas calles siempre engalanadas.
Arribamos
así a La Plaza De Capuchinos cuyo su empedrado original gana encanto con la
presencia del Cristo de los Desagravios
y Misericordia, escultura realizada por Juan Navarro León a
finales del S. XVIII, rebautizada por los cordobeses como Cristo de Los
Faroles debido a sus ocho faroles que simbolizan las provincias andaluzas.
Las
blancas paredes de la plaza acogen El Convento de Capuchinos y La Iglesia de
los Dolores.
Seguidamente
descendemos La Cuesta del Bailío con su fuente
y La Casa del Bailío, con su bella fachada renacentista.
Pocos
metros más adelante os fascinará el porte y elegancia de La Aguadora, allí,
siempre regando las flores colgadas de las inmaculadas paredes.
A la
verita, vera de La Torre de La Puerta del Rincón del S. XV y recios muros
defensivos.
No dudamos
en visitar El Palacio de Viana que atesora la mayor colección de patios de
Córdoba.
Se trata
de una casa auténtica y vivida que refleja la personalidad y el gusto de la
gente que la habitó. Por todo ello La Antigua Residencia de los Marqueses de
Viana, fue declarada Bien de Interés Cultural en 1983.
Vamos
cerrando el recorrido volviendo a las cercanías de La Mezquita en donde pasamos
bajo La Puerta del Puente que originariamente formaba parte de las murallas que
cercaban la ciudad.
Arribando
así al emplazamiento del Puente Romano sobre El Guadalquivir del S. I a. de C. Con sus 331 m se sostiene sobre 16
arcos, cuatro apuntados y el resto de medio punto. Aunque
debido a remodelaciones solo quedan dos arcos originales.
Si
camináis por el paseo del río podréis ver una serie de molinos y La Noria de La
Albolafia de Época Medieval y que aparece en el escudo de la ciudad.
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