Esta vez nos fuimos a conocer “O Rego dos Muiños de Buxán”.
Recorriendo La Ruta De As Penicias. Comenzamos al pie de La Iglesia de San Mamede en Rois, A Coruña. En ella llama la atención su torre en la parte central de la fachada.
En seguida nos recibe la aldea de Infesta. Allí veréis hórreos, una curiosa Fuente con una Piedad y os toparéis también con las señales de madera con forma de flecha amarilla que nos indican la dirección a seguir a lo largo de la caminata.
El día amaneció frío y
esa sensación se cernía sobre los caminantes tiñendo de blanco los campos a
través de los cuales discurría el sendero.
En el que de vez en
cuando nos encontrábamos la sorpresa de las primeras prímulas alegrando la ruta
y las tranquilas aguas de algún arroyuelo surcándolo o formando una pequeña
cascada.
El senderista pasa
embelesado entre helechos de gran tamaño y árboles cubiertos de musgo que
extienden sus ramas hacia las alturas, posando la vista en su agreste belleza,
llenando el alma en su sosiego interminable y entrañable.
Nos deslizamos entre
suntuosas y musgosas rocas respetando el sigilo del rumoroso lugar tapizado de
secas hojas, escuchando los murmullos del aire silbando entre las grietas, la
soledad del roble y de la roca, el clamor musical del viento y el canto de los
pájaros, el corazón palpitante de los colores y la luz.
Al poco nos adentramos en
el lugar de A Casa Do Porto en donde admiramos un conjunto de hórreos.
Acompañados de un bonito
cruceiro, casas de piedra, palomar y lavadero.
No paséis por alto la
fuentecilla a la salida de la aldea.
Continúa el caminante su
periplo de nuevo entre rumorosos árboles con variados elementos autóctonos y
calmada senda en donde la trepadora hiedra se hace la reina.
Nuevas aguas cantarinas
se suman a la jornada, uniéndose al omnipresente Rego dos Muiños siempre a
nuestra derecha.
Inmersos en esta pequeña
evasión, es fantástica la sensación que nos invade, haciéndonos nómadas del
pensamiento, de la libertad, sin cadenas, dejándonos llevar sin fronteras, como dice la canción.
Incluso en un arbusto
cubierto de musgo, en unas retorcidas ramas,… imaginamos por doquier,
fantasmagóricos defensores de este mundo mágico en el que nos sumergimos.
Acercándonos a la orilla
del río, acompañados de bonitos ejemplares arbóreos, nos topamos con algunos molinos, hoy en día
desolados, caídos sus tejados y cubiertos sus muros de variada vegetación.
En los que adivinamos la
nostalgia de tiempos pasados más activos,
musicales y alegres.
Por su parte el río nos
recibe cantarín y risueño formando pequeñas cascadas y rápidos que alegran el
ánimo del caminante.
Escuchando su armonioso
discurrir se nos van los minutos sin darnos cuenta, sólo contemplando la
transparencia blanquiazul del líquido elemento.
Un silencioso puente de
madera y piedra es mudo testigo de nuestra ensoñación.
Que nos conduce poco
después por una estrecha senda en donde la presencia de unas providenciales
cuerdas refuerzan la confianza en nuestro caminar.
Que tras conducirnos de
nuevo por suelos alfombrados, en donde los senderistas deslizan sus sueños
entre la caducidad de la hoja y la
temporalidad férrea de la piedra, nos dejan en el punto en donde todo
comenzó.
Una ruta bonita y
variada, con esencia de nuestra tierra, que sin duda constituye toda una
sorpresa para el que por allí se acerque.
CLICAR AQUÍ Y VER LA RUTA EN WIKILOC
No hay comentarios:
Publicar un comentario