viernes, 11 de febrero de 2022

Ruta Das Penicias Y Regato Dos Muiños De Buxán

 Esta vez nos fuimos a conocer “O Rego dos Muiños de Buxán”. 

Recorriendo La Ruta De As Penicias. Comenzamos al pie de La Iglesia de San Mamede en Rois, A Coruña. En ella llama la atención su torre en la parte central de la fachada.

En seguida nos recibe la aldea de Infesta. Allí veréis hórreos, una curiosa Fuente con una Piedad y os toparéis también con las señales de madera con forma de flecha amarilla que nos indican la dirección a seguir a lo largo de la caminata.

El día amaneció frío y esa sensación se cernía sobre los caminantes tiñendo de blanco los campos a través de los cuales discurría el sendero.  

En el que de vez en cuando nos encontrábamos la sorpresa de las primeras prímulas alegrando la ruta y las tranquilas aguas de algún arroyuelo surcándolo o formando una pequeña cascada.

El senderista pasa embelesado entre helechos de gran tamaño y árboles cubiertos de musgo que extienden sus ramas hacia las alturas, posando la vista en su agreste belleza, llenando el alma en su sosiego interminable y entrañable.

Nos deslizamos entre suntuosas y musgosas rocas respetando el sigilo del rumoroso lugar tapizado de secas hojas, escuchando los murmullos del aire silbando entre las grietas, la soledad del roble y de la roca, el clamor musical del viento y el canto de los pájaros, el corazón palpitante de los colores y la luz.

Al poco nos adentramos en el lugar de A Casa Do Porto en donde admiramos un conjunto de hórreos.

 Acompañados de un bonito cruceiro, casas de piedra, palomar y lavadero.

No paséis por alto la fuentecilla a la salida de la aldea.  

Continúa el caminante su periplo de nuevo entre rumorosos árboles con variados elementos autóctonos y calmada senda en donde la trepadora hiedra se hace la reina.

Nuevas aguas cantarinas se suman a la jornada, uniéndose al omnipresente Rego dos Muiños siempre a nuestra derecha.  

Inmersos en esta pequeña evasión, es fantástica la sensación que nos invade, haciéndonos nómadas del pensamiento, de la libertad, sin cadenas, dejándonos llevar sin fronteras, como dice la canción. 

Incluso en un arbusto cubierto de musgo, en unas retorcidas ramas,… imaginamos por doquier, fantasmagóricos defensores de este mundo mágico en el que nos sumergimos. 

Acercándonos a la orilla del río, acompañados de bonitos ejemplares arbóreos, nos topamos con algunos molinos, hoy en día desolados, caídos sus tejados y cubiertos sus muros de variada vegetación.  

En los que adivinamos la nostalgia de tiempos pasados más activos,  musicales y alegres. 

Por su parte el río nos recibe cantarín y risueño formando pequeñas cascadas y rápidos que alegran el ánimo del caminante.   

Escuchando su armonioso discurrir se nos van los minutos sin darnos cuenta, sólo contemplando la transparencia blanquiazul del líquido elemento. 

Un silencioso puente de madera y piedra es mudo testigo de nuestra ensoñación.

Que nos conduce poco después por una estrecha senda en donde la presencia de unas providenciales cuerdas refuerzan la confianza en nuestro caminar.

Que tras conducirnos de nuevo por suelos alfombrados, en donde los senderistas deslizan sus sueños entre la caducidad de la hoja y la  temporalidad férrea de la piedra, nos dejan en el punto en donde todo comenzó.

Una ruta bonita y variada, con esencia de nuestra tierra, que sin duda constituye toda una sorpresa para el que por allí se acerque. 


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