Sobre un cerro de La Meseta Vallisoletana, permanece inalterable la formidable silueta del Castillo de Peñafiel.
Construido
en el S. X, reestructurado y reformado en los S. XI y XIV es el símbolo por excelencia de Peñafiel, otrora
llamada “La Peña Más Fiel de Castilla” al alzarse como faro de La Reconquista
forzando el retroceso del temible Almanzor de La Cuenca del Duero.
Tiene una bonita
estructura destacando sus corredores almenados y La Torre del Homenaje, prisma
rectangular de 34 m
de altura que alberga 3 plantas abovedadas.
De recios y sólidos muros,
forma estrecha y alargada, al visitarlo y recorrer sus estancias uno tiene la
sensación de estar en un enorme barco de piedra varado en La Meseta Castellana.
Desde su enclave se otea
a vista de pájaro la villa pucelana allá abajo, a sus pies y las ricas tierras
vitivinícolas regadas por los ríos Duero, Duratón y
Botijas.
No en vano estamos en el
lugar en donde germinó La Denominación de Origen Ribera
del Duero, y aquí, en el castillo, se encuentra ubicado El Museo Provincial del
Vino que puede visitarse al igual que el resto de habitáculos.
Descendiendo hacia el centro urbano de Peñafiel la mirada no se
desvía del castillo destacando en el azul del cielo, cual ave volando sobre sus
dominios.
Una vez en “tierra firme” lo primero que
visitamos es La Plaza del Coso de origen medieval y dos entradas de acceso. El
castillo, cual pétreo vigía, tiene sus ojos puestos en ella.
Es conocida también como La Plaza del Corro o Corro de los Toros y es utilizada, para la celebración de espectáculos y eventos. Sus pintorescas casas de adobe, madera y piedra, con balcones adintelados, datan de los S. XVIII y XIX.
A pocos metros se encuentra El Convento de San
Pablo de Estilo Gótico-Mudéjar construido sobre los restos del antiguo Alcázar de Alfonso X El
Sabio.
Admiramos su ábside de ladrillo, una de las
grandes obras maestras de este estilo. Arcos y vanos atestiguan los principios
de un fabuloso mudéjar en la fachada exterior.
En una Capilla Mortuoria construída 2 siglos más tarde
en Estilo Plateresco reposa El Infante Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor, una de las principales
obras de La Literatura Castellana Medieval.
Algo más adelante nos topamos con La Iglesia
de San Miguel de Reoyo de arquitectura sobria y elegante como corresponde al
final del Renacimiento, aunque cuenta con Restos Románicos, del S. XII.
También nos acercamos hasta la orilla del
Río Duratón en donde encontramos un bucólico rincón con molino incluido que llenó
el hueco nostálgico de nuestra alma caminante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario