En esta caminata por tierras de Portugal pasamos sobre A Ponte do Porto Ribeiro.
Iniciamos en un Área Recreativa de A Porta de Lamas
de Mouro, una de las 5 existentes en El Parque Nacional da Peneda-Gerês en
donde ya tomamos contacto con El Río Mouro.
La vegetación es exuberante con castaños
ofreciéndonos su fruto, además de un fastuoso bosque de coníferas con pequeños
regatos serpeando entre mesas de madera.
La senda es fácil de caminar y nos va llevando
por un paraje tranquilo y verde salpicado aquí y allá por el bonito color del
falso azafrán y las altas montañas en la lejanía.
Llegamos así a donde se encuentra A Ponte Do Porto Ribeiro de un solo arco de medio punto ligeramente apuntado y calzada de piedra, en un enclave mágico que nos trasporta al pasado.
Y a un tiro de piedra, un
viejo molino nos proporciona otro momento de gran encanto.
Continuamos después por estrechos
caminos delimitados por piedras a veces tapizadas por la verde y musgosa pátina del
tiempo.
Que nos llevan entre
prados con diversos modelos de cancillas para acceder a ellos.
Y también con variada
vegetación.
Con el azul del cielo, las
lejanas colinas y los gigantes eólicos vigilándonos desde sus atalayas.
Nos sorprende la
presencia de un pétreo peto de ánimas allí en medio de la nada.
Vamos ascendiendo
ligeramente por un camino pedregoso, con los modernos molinos como compañeros y
un riachuelo para refrescarnos.
Arribamos a una planicie,
apaciguamos algo el ritmo cardíaco y disfrutamos con las vistas que desde allí contemplamos.
Vamos descendiendo entre
los aullidos de los perros de los cazadores que por allí cazaban y nos
encontramos esta simpática garita de vigilancia.
La senda nos lleva ahora
por entre matorral bajo sin dificultarnos el paso y con alguna cancilla en el
camino que hay que abrir y volver a cerrar.
Las ruinas de un antiguo
abrigo de pastor, solo paredes vacías, nos miran pasar sorprendidas.
Antes de llegar a la
frescura musical del Río Mouro, aquí brioso y salvaje.
Que sorteamos por unos pasos de piedra colocados irregularmente.
Se hace difícil caminar
ascendiendo por una vereda a veces inexistente que hay que ir casi adivinando entre
tojos y helechos, pero el ánimo del caminante no decae.
Nos vamos acercando de
nuevo a Porta de Lamas de Mouro entre pinos y todavía con senda incierta.
Unas curiosas formaciones
rocosas nos distraen del cansancio.
Ya en el área recreativa el
agua en calma del Río Mouro, el dorado del otoño pintando las hojas del
arbolado y la serenidad del entorno nos devuelven la energía.
Y nos permiten mezclarnos con
los simpáticos personajes por allí esparcidos, recrearnos con la belleza del paisaje
vivido y refugiarnos en su alegría.
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