Esta
semana conocimos al pequeño Río Loira que atesora en sus orillas un fantástico
conjunto de antiguos molinos.
Para
ello nos dirigimos hasta la marinense localidad de Loira en donde comenzamos a
caminar por entre sus floridas casas de piedra.
Allí
mismo tomamos un primer contacto ruidoso y estruendoso con el río que allí
cerca vierte sus aguas al Océano Atlántico.
A
partir de aquí será un continuo desfile de molinos con la más variada presencia
lo que sucederá ante los ojos de los senderistas.
Los hay
en estado más o menos ruinoso. Invadidos sus espacios por hiedras y matojos.
Pero
que aún así nos dejan entrever la magia y el encanto de antaño.
Y los
hay que presentan un saludable y magnífico aspecto.
Y en
donde el agua nos demuestra su energía y su poder, no en vano era quien hacía
girar y girar las ruedas para la molienda.
Si os
detenéis a observar, en las piedras de sus paredes podréis ver las marcas que
sobre ellas dejaron los canteros.
El
caminante se deja llevar por la senda que va culebreando con el cauce del río,
compañero ameno y cantarín.
Que
realmente sabe entretenernos salpicándonos con su gracia y salero.
Contribuyen
a ello los pequeños saltos y rápidos de su lecho.
La
arboleda, propia de ribera, nos ofrece una gran variedad de matices en sus
troncos y ramas acompañados del suave chasquido del tapiz de seca
hojarasca.
No
desmerecen los pocos momentos alejados del líquido elemento.
En la
ruta nos encontramos también con lavaderos bien conservados.
Al Río Neivó,
como se llama también el Loira, lo vamos a cruzar varias veces a lo largo del
paseo.
Para
ello contamos con distintos medios.
Desde
los clásicos puentes de piedra más o menos antiguos y fiables.
Hasta otros materiales, que nos hacen un avío, con tal de no mojarse los pies.
Nuestra
caminata nos lleva hasta La Iglesia de Santo Tomé de Piñeiro. De traza románica,
se cree que formaba parte de un antiguo monasterio del S. XII.
En su
atrio, desde donde se obtienen bonitas vistas sobre la ría, se encuentra este
cruceiro.
De
vuelta hacia Loira divisamos a lo lejos la silueta de La Iglesia de Santa María do Campo, muestra
del románico tardío.
Pisamos
la fina arena de la playa con forma de duna y recreamos la vista sobre la
inmensidad azul del océano.
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