Una capa de blanco
algodón cubría el cielo y parte del paisaje en las tierras de Rebordechán, en el Concello de Crecente, cuando allí llegamos de mañana temprano.
Comenzamos nuestro paseo
en la pequeña plaza de O Pazo en donde resaltaba este calvario.
Visitamos La
Iglesia de Santa María, del S. XVIII, todavía envuelta en un halo de misterio.
Y ya nos dispusimos a
seguir por "O Camiño da Feira".
Llamado así por ser
utilizado antiguamente por los lugareños para desplazarse hasta A Cañiza para
la feria quincenal.
A la niebla le gustó el ambiente
y se unió a nosotros durante un largo rato convirtiendo el paisaje en el telón
de una película de suspense.
Al mismo tiempo era
divertido estar por encima de las nubes cuando casi siempre es al contrario.
Los caminos nos iban llevando
serpenteando por la montaña.
Poco a poco se iba disipando
la bruma y podíamos percibir todo algo más nítidamente. Así pudimos disfrutar del primer
molino que encontramos.
Nos llamó la atención
esta almiña con cruceiro en un paraje de cuento.
Poco después recorremos
El Camino Real para deleitarnos con todo lo que se ofrece ante nuestros ojos.
Un momento espectacular
con el "Muíño da Verea" y el Regato do Chedeiro pasando debajo de un minúsculo
puente realmente encantador.
Y paraos a leer las inscripciones que albergan sus piedras.
A lo largo de la ruta no olvidéis echar la
vista sobre los muros o hacia el suelo. Allí os sorprenderá la presencia colorida
de distintas variedades de setas.
Y la mancha violeta de
las diminutas florecillas entre la hojarasca.
También hallaréis muestras
de la arquitectura religiosa del lugar. Así, a la iglesia ya mencionada, se unen
diversas cruces a lo largo del trayecto.
Y La Capilla de San
Sebastián.
Pasaremos por núcleos
habitados. Buscad La Casa Do Soalleiro de elegante y tradicional construcción al
igual que otras que la acompañan.
Seguro que os
encontraréis a este vigilante merodeando por entre sus dependencias.
Y si vais en la época
adecuada, en otoño, podréis deleitaros con la paleta colorida de los árboles y saborear
estas delicias anaranjadas.
No podía dejar atrás al Río
Miño cuya silueta, en días despejados, se otea desde distintos puntos de la
ruta, sobre todo en el Coto das Espullas.
Llamado así porque, según
la creencia popular, con el agua almacenada en las oquedades de las rocas por allí
existentes se curan las verrugas de todo el que se la aplique.
Todavía nos queda por
descubrir la “Fonte dos dous curas” ahora seca, pero cuyo manantial era disputado por dos curas mal avenidos.
¡Como veis una caminata
muy completita y bonita a rabiar, en donde los caminantes disfrutan plenamente
de principio a fin!
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