Pues resulta que todavía no habíamos traído El
Monte de Santa Tegra hasta El Blog Grupo de Andainas Rías Baixas.
Y para subsanarlo allá que nos fuimos este
domingo muy de mañanita hasta la localidad de A Guarda. Iniciamos nuestra caminata junto al puerto
donde algunos barcos reposaban de su faenar y las gaviotas que comenzaban a desperezarse eran nuestras únicas compañeras.
Y, claro, empezamos ya subiendo, pero es una
subida paulatina, que se realiza sin apenas esfuerzo. Además las vistas que
tenemos sobre A Guarda y El Océano Atlántico compensan todo.
Y A Guarda va a ser una de las grandes
protagonistas de la jornada pues tendremos diversas visiones de ella, todas a
vista de pájaro, y todas espectaculares.
Eso hasta que llegamos al que es considerado uno de los más grandes yacimientos arqueológicos
perteneciente a la cultura castreña y el más emblemático y visitado de los
castros gallegos y que se encuentra allí muy cerquita de la cumbre.
Aquí el senderista se
detiene durante largo rato contemplando las muestras del pasado y pensando lo
bien que sabían elegir los lugares de sus residencias nuestros ancestros.
Imposible no deleitarse
imaginando cómo sería la vida allá por el S. I antes de Cristo en el que se
cree el castro mejor conservado de todos los existentes.
Todo el conjunto del
monte fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y posteriormente
también se incluyó en la lista de Bienes de Interés Cultural. Y visto lo visto, no es de
estrañar.
También aquí asistimos al
espectáculo del estuario del Miño. Este domingo, una capa de nubes reposaba
sobre sus dulces aguas. Pero aún así, disfrutamos plenamente.
Pero el caminante tiene
que continuar y lo hace ahora por una calzada empedrada acompañado por un
imponente y monumental Víacrucis.
Y todavía tenemos tiempo
de contornear la base del monte O Facho para deliciarnos una vez más con la
visión de A Guarda y el inmenso Océano Atlántico en pleno esplendor.
Subimos, cómo no, hasta
el mirador de este monte, el de las antenas. Y continúa el espectáculo del
paisaje mostrándose ante nosotros, espléndido.
También escalamos hasta
la cumbre, el monte San Francisco, y ya sí se hace realidad la confluencia del río
con las aguas saladas del Atlántico. Del otro lado tierras
portuguesas son testigos del encuentro, con el fuerte de Moledo allá en la
lontananza.
Y ya comenzamos el
descenso. El sendero parece querer llevarnos a darnos un chapuzón en las
refrescantes aguas marinas.
Y en nuestra paulatina
bajada seguiremos recorriendo este emplazamiento de ensueño y continuaremos
viendo maravilla tras maravilla desde diversos puntos estratégicos.
Una vez ya descendido el
monte volvemos a encontrarnos con el Miño.
El camino nos lleva ahora
a través de pinares y sendas arenosas y es que el Océano Atlántico está ahí al
alcance de nuestra mano.
Bonitas playas a nuestra izquierda, pero nos llama la
atención sobre todo, la figura de la inquietante fortaleza en medio del mar. El mismo mar que también quiso
unirse a nuestro paseo y nos ofrecía un bonito espectáculo con sus
encabritadas olas llegando a lamer la orilla de las playas o estrellándose
ruidosamente contra las rocas que encontraba en su camino.
El senderista sólo tiene
que mirar y admirar. Sus pies caminan ligeros, ahora por una pasarela de madera,
lisa y llana, que lo va llevando hasta su meta.
Allí, A Guarda nos
espera, paciente, tranquila, relajada.
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