Las aguas del Río Ulla
van a estar muy presentes a lo largo de esta caminata.
Que comenzamos al pie del
puente sobre sus aguas en Ponte Ledesma.
De posible origen romano
posee nueve arcos de sillería que le otorgan gran majestuosidad.
A su vera visitamos las
llamadas Islas de Gres.
Están interconectadas con
pasarelas o pasos sobre las aguas para ir de unas a otras y pasear por sus bien
cuidados espacios.
Desde ellas accedemos a
la otra orilla del Ulla. Lo hacemos con ayuda de estas poldras.
Y ya nos lanzamos a
disfrutar de lleno de una ruta que es un verdadero festín para los sentidos.
Subiendo, bajando o
caminando entre prados.
A veces la senda es
estrecha pero el caminar es fácil auxiliados a veces por pasarelas de madera al
efecto.
Hay veces en que vamos
muy pegaditos al rumor líquido que se desliza a nuestro lado.
No falta el bosque de
estilizados elementos decorados sus troncos de traviesas enredaderas.
Y en donde nuestros pies
se entretienen jugando con la seca hojarasca de su suelo.
Fantástico el momento en
que El Ulla, risueño, juega con las piedras de su lecho.
Escuchamos su sinfonía y
simplemente nos dejamos arrullar por el río y los tibios rayos de sol.
Que con su luz propician
un paisaje colorido en donde el azul y el verde predominan.
Nos gustó encontrarnos
con O Muiño do Cereixo de muelas otrora movidas por el Ulla.
Y tomamos algún
descansito en las diferentes áreas recreativas del recorrido.
Deteneos algún instante a
observar las diferentes islas que van surgiendo en el lecho del río y entre las
que se desliza sonoro y azulado.
Y si estáis atentos
divisaréis allá en la lontananza los viaductos del ferrocarril sobre El
Ulla.
Lo que no os podéis
perder son las cascadas. La primera La Cascada de Donas.
Formada por un pequeño
afluente del Ulla, sus gotas cayendo en suspensión estilizada, amenizan el
entorno.
La segunda, La Cascada de
Codeso, formada en el curso de un afluente del Río Pontillón que da dos grandes
saltos para unirse a él.
Para llegar hasta ella lo
hacemos a través de una levada en donde descansa el silencioso Molino de
Caldelas.
En su entorno un bonito
puente de madera nos conduce hasta este coqueto molino que sobrevive al paso
del tiempo.
Al igual que su compañero
El Molino de Engas algo más alejado.
Aún nos queda la tercera
cascada, La del Río Pontillón, que encontramos agazapada entre grandes
pedruscos del relieve.
Y acompañada, cómo no,
por la fantasmal figura de un molino
casi imperceptible en la jungla que lo rodea.
Y con las imágenes de
todo lo allí vivido Los Senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas regresamos
a casa con el alma llena de las mejores sensaciones.
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