En nuestra 6ª
Etapa por El Camino Francés a Santiago nos desplazamos desde Los Arcos hasta
Viana.
Iniciamos admirando una vez más La
Iglesia de Santa María con su Portada Plateresca
del S. XVI, uno de los mejores
ejemplos del Renacimiento Navarro. Delante de ella nos impresiona el
Estilo Clásico del Pórtico del S. XVIII con una galería de siete arcos de medio
punto.
Pasamos bajo La Puerta de Castilla que
formaba parte de la antiguas murallas. Reconstruida en el S. XVII y restaurada
en el XVIII, consta de un arco de medio punto rebajado en cuya parte superior
destacan tres escudos.
Al poco nos encontramos La Ermita de San
Blas con un ábside semicircular del S. XII.
Reformada en el S. XVII, está construida en piedra de sillería cubierta
por un tejado a dos aguas en la nave y una bóveda de cuarto de esfera en el
caso del ábside con numerosos canecillos lisos en los aleros.
El peregrino continúa en pos de las flechas
amarillas, símbolo del camino, que encontramos por doquier mientras la vista se
recrea en la belleza del paisaje.
Caminando entre campos, ya segados, en algunos de
los cuales descubrimos pequeñas construcciones que antaño estaban dedicadas a
ser refugio de pastores y labradores.
No faltan pequeñas áreas recreativas que
proporcionan solaz al caminante.
La localidad de Sansol va apareciendo
paulatinamente ante los ojos del caminante.
Que, una vez allí, deambula lentamente por entre sus casas
solariegas y pazos barrocos.
Por cierto, que desde el enclave en donde
se encuentra su Iglesia, de estilo barroco, podemos contemplar una bonita
panorámica de la siguiente localidad: Torres del Río.
A la que llegamos después de cruzar un precioso puente de piedra sobre las aguas
del Río Linares.
Sus casas de piedra las encontramos
apiñadas en torno a La Iglesia del Santo Sepulcro. Joya del Románico del S. XII
y raro ejemplo del arte medieval, podría haber sido obra de Los Caballeros del Temple como
réplica de La Basílica de Jerusalén, en la que la forma circular se ha
sustituido por otra de planta octogonal.
Prosigue el peregrino su periplo, vigilado
por las cumbres de las montañas presentes en el horizonte, mientras los dibujos
realizados por las máquinas cosechadoras en los campos ponen la nota artística
en el camino.
Los viñedos también están presentes al
igual que algunos olivos y otros elementos vegetales.
Los artistas del camino también dejan su
impronta, de variadas formas, a lo largo del trayecto.
Sobre todo muy cerca de La Ermita de La
Virgen del Poyo.
Después de la cual en el camino, durante
un buen tramo, vuelven a aparecer los pedregosos refugios de pastores
diseminados acá y allá y que el ojo de lince del caminante descubre sin
dificultad.
Por entre la verde vegetación
circundante.
Y, como quien no quiere, la cosa la imagen
de Viana surge en el horizonte. Se alegra el peregrino al ver al alcance de sus
botas el final de la etapa.
Viana conserva el casco histórico de lo
que fue una ciudad amurallada. Al pasar La Puerta de
entrada no podemos más que emocionarnos recordando las miles y miles de
personas que por allí han caminado desde mucho tiempo atrás. Visitamos La Plaza del Coso con el
llamado “Balcón de Toros” del S. XVII en donde se colocan las autoridades para
presenciar espectáculos taurinos.
Y nos extasiamos contemplando la
maravillosa Iglesia de Santa María, soberbio templo gótico del S. XIII y
proporciones dignas de una catedral. Declarada Monumento Nacional,
sufrió numerosas reformas a lo largo de
los siglos.
No dejamos
atrás La Plaza de Los Fueros. En ella se alza La casa Consistorial, edificio
barroco con dos hileras de arcos apuntados y balcones, rematado con dos torres
laterales. Allí finalizamos esta emocionante jornada.
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