Encontramos Hondarribia, bañada por las aguas del Cantábrico, en la desembocadura del Río Bidasoa formando la preciosa Bahía de Txingudi junto con la vecina Hendaya.
Como Villa Medieval
fundada hacia el 1203, y su condición de puerto de mar fronterizo, contó desde muy pronto con una Muralla a fin
de fortificar su recinto urbano. Vestigios de esa cerca vamos a ir encontrando
desde el inicio de nuestro paseo.
Desde sus atalayas y
miradores tenemos una amplia perspectiva de la bahía y sus tranquilas aguas,
así como de la vecina Francia.
Enseguida entramos en
contacto con la particular arquitectura de sus casas con balcones de madera
pintada de vistosos colores.
Sobre todas ellas destaca
la impresionante silueta de La Iglesia de Santa María de la Asunción y del
Manzano. Obra de los S. XV y XVI de Estilo Gótico, con añadidos renacentistas y
campanario barroco del S. XVIII. En ella se celebró, en 1660, la boda por
poderes de la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, con Luis XIV, El Rey Sol de Francia.
Muy cerca del llamado
Castillo De Carlos V. De sobria fachada era a la vez castillo y
palacio. Contaba con seis plantas para aposento de las tropas, almacenes,
depósito de munición y pólvora, calabozos y caballerizas. En 1968 se habilitó
como Parador de Turismo.
Su ubicación, junto con
La Plaza de Armas, en la colina con vistas al Río Bidasoa, Hendaya y La Bahía
de Txingudi, resulta perfecta para fines defensivos. Por esta razón fue
principalmente utilizado como cuartel y también como casa del gobernador.
No dejamos atrás La Calle
Mayor. Estrecha y adoquinada, en ella sobresalen los aleros de sus casas, con
los canecillos tallados, balcones de hierro forjado y escudos. Como en La Casa
Consistorial, del S. XVIII y Estilo Barroco.
O El Palacio de
Casadevante donde se negociaron los
términos de la tregua del Sitio de 1638.
O La Casa Palacio Zuloaga
donde se ubican El Archivo Histórico y La Biblioteca Municipal.
No muy lejos descubrimos
La Casa Palencia, llamada también Casa Echevestenea, de origen medieval. En ella
nació Don Cristóbal Rojas y Sandoval en 1502 Capellán de Carlos V y Arzobispo
de Sevilla.
A quien Hondarribia
erigió una estatua frente a su casa natal en la plaza que lleva su nombre:
Plaza del Obispo o Apezpiku.
Aquí volvemos a tomar
contacto con La Muralla levantada entre finales del S. XV y principios del XVI con piedra caliza del Monte Jaizkibel, ya que estamos ante La Puerta
de Santa María, una de las dos entradas principales que tenía la ciudad.
Se componía de diversos
elementos, como puente levadizo, cuerpos de guardia y hasta capilla. Ahora sólo
queda este sencillo arco sobre el que destaca El Escudo de la Ciudad, de 1694.
La entrada por La Puerta
principal de Santa María está vigilada, día y noche, por La Estatua de Bronce
de un Hachero, hatxeroa, homenaje a los zapadores que, uniformados con sus
gorros de lana de oveja, abrían paso,
con sus herramientas, a las tropas defensivas, y que se ha convertido en icono
de la ciudad.
La Muralla del Casco
Histórico es una de las pruebas más evidentes del origen medieval de
Hondarribia, antigua Fuenterrrabia, y cuyo significado podría ser “vado de arena”. Se encontraba reforzada por
baluartes, cubos, fosos,… Aunque algunas partes desaparecieron.
Sí podemos disfrutar del
Baluarte de la Reina del S. XVI a pesar de que su situación estratégica hizo
que sufriera intensos ataques en los diversos sitios que padeció la
ciudad.
También de La Puerta de San Nicolás del S. XVI y estructura muy sencilla.
No muy lejos nos acoge la
coqueta Plaza de Guipúzcoa de edificios asoportalados. En ella se ubican
algunas galerías de arte y se celebran diversos actos culturales al aire
libre.
Seguimos paseando por los mismos lugares que otros lo hicieron hace cientos de años, y en donde las piedras son mudos testigos de acontecimientos pasados y presentes.
Como lo son los sillares
que forman las paredes de La Casa Solariega de los Eguiluz donde, según la
tradición, se alojaron Doña Juana la Loca, hija de Los Reyes Católicos y Don
Felipe el Hermoso cuando se dirigían de Bruselas a Toledo para ser proclamados
príncipes herederos en el S. XVI.
Y terminamos siguiendo la
muralla, de nuevo al lado de las saladas aguas del Cantábrico, oyendo su suave
vaivén al besar las arenas de la playa.
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