lunes, 9 de agosto de 2021

Por El Cañón Del Río Tera Y Cueva De San Martín

 Hacía tiempo que teníamos enormes ganas de caminar sobre El Cañón del Río Tera y ¡Por fin hemos conseguido contemplar ésta y otras maravillas! 

 Y lo hicimos siguiendo La Ruta de Montaña de La Cueva de San Martín y El Cañón del Tera

Ya desde el comienzo entramos en contacto con la colorida flora del lugar, con el brezo y la carqueisa en plena floración animando el telón de fondo de la ruta.

Aunque no faltan castaños, robles, piornos y elementos de matorral bajo para adornar la ruta y acompañar al caminante. 

Algún momento hay en que divisamos  la silueta inconfundible del Lago de Sanabria, único lago de origen glaciar de La Península Ibérica.

En una parte de la ruta nos adentramos en un altiplano. Allí disfrutamos de diversas formaciones rocosas curiosas al tiempo que el ganado vacuno pastaba en los buenos pastos del lugar. 

Bajo un cielo azul radiante que nos auguraba una buena jornada de caminata en una ruta de montaña.

A medida que avanzamos el paisaje va cambiando y en el horizonte se dibujan las cumbres de las lejanas montañas. 

Que inundan de alegría el alma del caminante.

Regocijo aumentado cuando se vislumbra en la lejanía El Cañón del Río Tera, en un valle en forma de artesa o de U característico del modelo glaciar. 

El caminante va ahora descendiendo por terreno abrupto, entre elementos de roble melojo, alcanzando a ver con más detalle algunos de los puntos que más tarde pisará y conocerá de primera mano.

Refugios de pastor reciben al senderista que ve animado su caminar por el rumor de las aguas del Arroyo de Los Covadosos antes de encontrarse con El Río Tera del que es afluente. 

Y henos por fin delante del Tera formando la mal llamada Cueva de San Martín ya que en realidad no es una cueva sino una profunda laguna producida por el ensanchamiento de la garganta del Tera cuyas aguas al caer forman una preciosa cascada.

A partir de aquí el senderista no hace más que admirar los lugares por los que El Tera discurre ya que estamos ante el mayor y más grandioso cañón de todo El Parque Natural del Lago de Sanabria y alrededores, formado por los glaciares del Cuaternario
Veremos algunos remansos en donde el agua a lo largo de los siglos ha ido formando ibones o lagos de montaña y pequeños pozos, algunos con renombre como La laguna de Las Ninfas y El Pozo de Las Forcadas. 
Precisamente en ellos se pueden apreciar las morrenas, resultado de la erosión que fue dejando el glaciar a su paso.  
No van a faltar los saltos de agua animando el paisaje definido por las rocas aborregadas.
Como esta espectacular cascada que, allí deslizándose por la maraña de rocas, en un lugar que cautiva y atrapa, deja deslumbrado al caminante que puede llegar hasta ella y refrescarse en sus aguas. 
Siendo ésta una ruta de montaña no es precisamente un paseo sino más bien una aventura. No existe un camino como tal sino que el caminante tiene que cruzar el río, trepar, destrepar y saltar para ir sorteando el terreno sinuoso y rocoso por el que transcurre.

Experimentando la crudeza de un sendero que juega al escondite, se esconde y para encontrarlo hemos de seguir por aquí un hito, por allí la intuición,… Ayudados por los pocos postes de señalización y algunos montículos de piedra acumulados por los senderistas que por allí pasan.

Y alguna que otra escalera natural ascendiendo por la roca como en El Paraje de Valdecastro.

Aún así, los montañeros sonríen por el éxito de su esfuerzo,  por el río que pasa y canta, por las marmitas gigantes, por el aroma de las flores, por el perpetuo bullir interno del cañón y la montaña. 

Sobre unas grandes piedras sorteamos el último obstáculo que El Tera nos plantea antes de llegar a Ribadelago Viejo en donde lo encontramos plácido y tranquilo.

No sucedió así la noche del 19 de enero de 1959 cuando, al romperse La Presa de Vega de Tera, millones de litros de agua bajaron alocados por el cañón sorprendiendo a sus habitantes. Todo fue arrasado por la riada. Los campos de cultivo, el ganado, los molinos, las viviendas y familias enteras desaparecieron. Todavía hoy se pueden ver restos de la tragedia en el pueblo, en donde lápidas, ruinas y alguna inscripción dan fe de lo sucedido.

Aún así, no cabe duda de que La Madre Naturaleza ha puesto su marca artística en El Cañón del Río Tera, un imperecedero cuadro para la admiración continua de los montañeros y caminantes que por allí se acercan. 

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