El Puente da Cava da
Vella es uno de los protagonistas de esta caminata.
Que iniciamos en
Ameijoeira, cerca de Castro Laboreiro, nombre también de una de las razas de
perros nativa de estas tierras y una de las más antiguas de La Península
Ibérica. Allí visitamos su arcaico horno comunitario, un empedrado camino y un
pozo de riego.
También A Capela Do
Senhor Da Boa Morte y lo que queda de La Casa Del Guarda Fiscal de Ameijoeira,
localidad que marca frontera entre Portugal y España.
A continuación seguimos
por un camino delimitado por muros de piedra y que nos permitía la visión de
ruinas de mansiones de piedra y la vegetación de estos pagos.
Enseguida tomamos
contacto con El Río Castro Laboreiro al que encontramos sereno y azul formando
O Poço Do Contador, una pequeña laguna que invita a un chapuzón.
A pocos metros de una
pontella y un ruinoso molino.
La senda es empedrada y
el senderista disfruta allí en medio de la montaña portuguesa.
Refrescado por la
presencia líquida del Laboreiro que cruza por diversos pontillones de grandes
losas de piedra.
Y por la frondosidad de
los árboles autóctonos que jalonan la ruta elegida.
Serpentea el sendero por
la amplitud de la montaña, las vistas se hacen inmensas a lo largo, ancho y a
lo alto en donde se recorta la abrupta silueta de las cumbres.
El oído y la vista nos
recuerdan que el río se desliza también por aquí, y poco a poco entre
formaciones rocosas curiosas, nos acercamos de nuevo a sus orillas.
Y de repente surge ante
nosotros la silueta inconfundible del Puente da Cava da Vella hasta el que nos aproximamos sigilosamente
con miedo de romper el encanto.
Construido originalmente
en La Época Romana, fue remozado en La Edad Media transformándolo en un puente
de dos arcos, uno mayor que el otro.
Declarado Monumento
Nacional en 1986 también se le conoce como Ponte Nova. Por él pasaba una Vía
Romana desde Entrimo hacia Ameijoeira y La Fortaleza de Castro Laboreiro.
Destacamos la elegancia
de su estructura a pesar de las grandes losas irregulares de su pavimento.
No muy lejos El Puente de Assureira, de un
único arco, origen romano pero también reformado en La Edad Media, cruza El
Regato Barreiro, afluente del Laboreiro.
A su lado descansa un viejo molino,
acompañados ambos por La Ermida de São Brás.
Los tres a escasos pasos de la población de
Assureira, una “inverneira” o lugar de vivienda estacional en donde se pasaba
el invierno. Sus casas de piedra están organizadas en 2 pisos con corral para
los animales y aperos de labranza.
En las inmediaciones de
las casas hay pequeños huertos en donde actualmente pacen bueyes y vacas de raza cachena que
nos miran con curiosidad al ver invadidos sus dominios.
Nosotros los dejamos
tranquilos y nos limitamos a caminar apreciando la vegetación, las figuras
graníticas y las lagunas del entorno de La Presa De Dorna.
De nuevo un puente llama
nuestra atención. Es El Puente de Dorna, también con origen romano y modificado
en La Edad Media.
De piedra, con losas
grandes y de un solo arco, cruza El Río Dorna en un paraje idílico.
Continuamos periplo por
un pedregoso sendero que va despertando de su letargo con el tenue sonido de
nuestro pisar mientras a lo lejos vislumbramos las cumbres rocosas de la sierra.
Ascendemos ligeramente y
al final una gran recompensa nos espera: ¡La Cascada de Pontes!!!
Los senderistas se
detienen exultantes, llena el alma de gozo,
para admirarla detenidamente, con respiración pausada y poner el corazón
al mismo ritmo de la sinfonía líquida y refrescante.
Abandonado el lugar, algo
más adelante El Acueducto de Pontes se impone en el paisaje. Construido en granito en La 1ª mitad del S. XX por los habitantes de La
Aldea de Pontes se usaba para el riego aunque actualmente está en desuso.
Emplazado en un importante camino de conexión
entre “brandas”, residencias durante el verano, e “inverneiras”,
fue sacralizado con Un Cruceiro y Unas Alminhas.
Muy cerca nos recibe de nuevo O Poço do
Contador, ahora en la orilla derecha del Laboreiro con sus aguas cristalinas.
Que seguiremos durante un buen rato en pos de
su frescura y vitalidad.
No faltan los molinos en esta parte del
recorrido que aunque ahora parezcan mudos y silenciosos, con su presencia n os
contaron mil y una historias de antaño.
Del sigilo del lugar, de los murmullos del
aire pasando entre sus muros, de la soledad de las rocas del lecho del río, del
corazón palpitante de los colores y la luz.
Y en estas estábamos cuando aparece ante
nosotros La Aldea De Pontes, una tradicional “inverneira” en otros tiempo
habitada en los meses más fríos, de Navidad a Pascua.
Una aldea típica que,
gracias al turismo, intenta volver a su antiguo esplendor. No falta el molino,
la fuente, el regato, la casa en ruinas, ni el horno comunitario.
Allí se percibe armonía plena en contacto con
la naturaleza en la que está sumergida. Y, si estáis muy atentos, seguro que
veis algún que otro gnomo desfilando entre sus casas.
Por todo esto y mucho más, en esta ruta, el corazón
de los senderistas, vigilados siempre por “O Bico Do Patelo”, se llenó de entusiasmo,
serenidad y energía para largo tiempo.
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