martes, 20 de julio de 2021

Castro Laboreiro: Puentes, Aldea Y Cascada De Pontes

 El Puente da Cava da Vella es uno de los protagonistas de esta caminata. 

Que iniciamos en Ameijoeira, cerca de Castro Laboreiro, nombre también de una de las razas de perros nativa de estas tierras y una de las más antiguas de La Península Ibérica. Allí visitamos su arcaico horno comunitario, un empedrado camino y un pozo de riego.      

También A Capela Do Senhor Da Boa Morte y lo que queda de La Casa Del Guarda Fiscal de Ameijoeira, localidad que marca frontera entre Portugal y España.

A continuación seguimos por un camino delimitado por muros de piedra y que nos permitía la visión de ruinas de mansiones de piedra y la vegetación de estos pagos.

Enseguida tomamos contacto con El Río Castro Laboreiro al que encontramos sereno y azul formando O Poço Do Contador, una pequeña laguna que invita a un chapuzón.

A pocos metros de una pontella y un ruinoso molino.

La senda es empedrada y el senderista disfruta allí en medio de la montaña portuguesa. 

Refrescado por la presencia líquida del Laboreiro que cruza por diversos pontillones de grandes losas de piedra.

Y por la frondosidad de los árboles autóctonos que jalonan la ruta elegida.

Serpentea el sendero por la amplitud de la montaña, las vistas se hacen inmensas a lo largo, ancho y a lo alto en donde se recorta la abrupta silueta de las cumbres.

El oído y la vista nos recuerdan que el río se desliza también por aquí, y poco a poco entre formaciones rocosas curiosas, nos acercamos de nuevo a sus orillas.

Y de repente surge ante nosotros la silueta inconfundible del Puente da Cava da Vella  hasta el que nos aproximamos sigilosamente con miedo de romper el encanto.

Construido originalmente en La Época Romana, fue remozado en La Edad Media transformándolo en un puente de dos arcos, uno mayor que el otro. 

Declarado Monumento Nacional en 1986 también se le conoce como Ponte Nova. Por él pasaba una Vía Romana desde Entrimo hacia Ameijoeira y La Fortaleza de Castro Laboreiro.

Destacamos la elegancia de su estructura a pesar de las grandes losas irregulares de su pavimento. 

No muy lejos El Puente de Assureira, de un único arco, origen romano pero también reformado en La Edad Media, cruza El Regato Barreiro, afluente del Laboreiro.

A su lado descansa un viejo molino, acompañados ambos por La Ermida de São Brás

Los tres a escasos pasos de la población de Assureira, una “inverneira” o lugar de vivienda estacional en donde se pasaba el invierno. Sus casas de piedra están organizadas en 2 pisos con corral para los animales y aperos de labranza.

En las inmediaciones de las casas hay pequeños huertos en donde actualmente pacen bueyes y vacas de raza cachena que nos miran con curiosidad al ver invadidos sus dominios.

Nosotros los dejamos tranquilos y nos limitamos a caminar apreciando la vegetación, las figuras graníticas y las lagunas del entorno de La Presa De Dorna.

De nuevo un puente llama nuestra atención. Es El Puente de Dorna, también con origen romano y modificado en La Edad Media.

De piedra, con losas grandes y de un solo arco, cruza El Río Dorna en un paraje idílico.

Continuamos periplo por un pedregoso sendero que va despertando de su letargo con el tenue sonido de nuestro pisar mientras a lo lejos vislumbramos las cumbres rocosas de la sierra.

Ascendemos ligeramente y al final una gran recompensa nos espera: ¡La Cascada de Pontes!!! 

Los senderistas se detienen exultantes, llena el alma de gozo,  para admirarla detenidamente, con respiración pausada y poner el corazón al mismo ritmo de la sinfonía líquida y refrescante.

Abandonado el lugar, algo más adelante El Acueducto de Pontes se impone en el paisaje. Construido en granito en La 1ª mitad del S. XX por los habitantes de La Aldea de Pontes se usaba para el riego aunque actualmente está en desuso.  

Emplazado en un importante camino de conexión entre “brandas”, residencias durante el verano,  e  “inverneiras”, fue sacralizado con Un Cruceiro y Unas Alminhas.            

Muy cerca nos recibe de nuevo O Poço do Contador, ahora en la orilla derecha del Laboreiro con sus aguas cristalinas. 

Que seguiremos durante un buen rato en pos de su frescura y vitalidad.

No faltan los molinos en esta parte del recorrido que aunque ahora parezcan mudos y silenciosos, con su presencia n os contaron mil y una historias de antaño. 

Del sigilo del lugar, de los murmullos del aire pasando entre sus muros, de la soledad de las rocas del lecho del río, del corazón palpitante de los colores y la luz. 

Y en estas estábamos cuando aparece ante nosotros La Aldea De Pontes, una tradicional “inverneira” en otros tiempo habitada en los meses más fríos, de Navidad a Pascua.

Una aldea típica que, gracias al turismo, intenta volver a su antiguo esplendor. No falta el molino, la fuente, el regato, la casa en ruinas, ni el horno comunitario.

 Allí se percibe armonía plena en contacto con la naturaleza en la que está sumergida. Y, si estáis muy atentos, seguro que veis algún que otro gnomo desfilando entre sus casas.  

Por todo esto y mucho más, en esta ruta, el corazón de los senderistas, vigilados siempre por “O Bico Do Patelo”, se llenó de entusiasmo, serenidad y energía para largo tiempo. 


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