La Sierra do Suido y los
chozos por ella esparcidos son los protagonistas de esta caminata.
Que iniciamos en terrenos
del Ayuntamiento de Avión. Allí mismo nos impresiona la inmensidad de la sierra
en donde ahora los gigantes de 3 brazos vigilan al caminante y al ganado vacuno
que por allí pace en los abundantes pastizales.
Aprovechados para este
fin desde época medieval, sobre ellos se habilitaron unas construcciones para
albergar temporalmente a los ganaderos. Se conocen como chozos. El primero que
encontramos es El Chozo de Cernadas en medio de un campo verde.
De paredes y techo totalmente de piedra, con
grandes losas que descansan sobre arcos de medio punto, tienen el tejado
cubierto de musgo para aislar de la humedad y el calor. Algunos de ellos en el
exterior poseen un banquito como éste.
En sus inmediaciones vemos una fuente con
abrevadero para los animales.
Y, muy cerca, El Chozo de San Xusto que nos
muestra su abovedado interior y un apoyo de piedra en el exterior.
La belleza de la sierra, con su verdor
iluminado por un cielo azul intenso y multitud de flores silvestres, envuelve
al senderista que pasea su mirada por la basta amplitud del horizonte.
Mientras va recorriendo la senda adornada con
formaciones rocosas de variada forma y tamaño.
La vista se expande al tiempo que el corazón y
alma se llenan de emoción y colorido.
Camina con sigilo el caminante escuchando los murmullos
del aire silbando entre las grietas.
Y llega así al paraje en donde se encuentra El
Chozo de San Vicente acompañado por el amarillo de tojos y retamas y el verdor
de la vegetación de su tejado.
A unos cientos de metros descansa El Chozo de
Oroso.
Continúa el viajero su periplo sorteando algún
que otro riachuelo por veredas serenas y apacibles.
Antes de arribar a los dominios del Chozo de
Abelenda en un rincón tranquilo y agradable bajo el cálido sol de la mañana.
A un tiro de piedra encontramos otra fuente
con abrevadero adornada con plantas acuáticas y, para nuestro regocijo, con
algunos tritones en su interior.
Y sin más dilación nos dirigimos al
emplazamiento del Chozo de Rodeiro.
En torno a la edificación principal de los
chozos existían unas construcciones menores, unas cuadras, destinadas a cobijar
a los animales.
Las podréis ver si visitáis este Chozo de
Rodeiro.
Y así, con el embeleso de esta pequeña
maravilla, proseguimos camino con el clamor musical del viento en nuestros oídos,
el colorido de la sierra en nuestra mirada y el frescor del agua en la fuente
de una pequeña Área Recreativa, allí en la inmensidad de la sierra.
Pasamos también al lado de otro abrevadero cubierto
de verdes algas.
Y el caminante vuelve a la amplitud de miras
del sendero bajo un cielo azul infinito sabiendo sobre él la sempiterna vigilancia
de los eólicos.
Tiramos hacia delante con agradables
sensaciones y nos topamos un paraje encantador con varias pequeñas cuadras con
muestras de que todavía son utilizadas.
El Chozo de Mangüeiro y otra pequeña
construcción, con el peso del paso del tiempo sobre sus estructuras, están muy
cercanos.
Si os fijáis allí veréis también un conjunto
de losas verticales que servían para delimitar la zona de cada chozo.
Una refrescante fuente ofrece su agua a todo
el que por allí pasa.
Y el senderista retorna lentamente al punto de
inicio serpenteando con el camino salpicado de molinos eólicos.
Atrás quedan los momentos amplios y coloridos
de la sierra y la sonoridad del viento con su sinfonía incompleta dejando para
siempre un encanto en el alma.
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