¡Qué bien lo pasamos por
tierras y corredoiras de Cerdedo-Cotobade con El Puente De Serrapio como uno de los protagonistas!
Iniciamos la caminata muy
cerca de La Iglesia de San Gregorio de Corredoira con fachada entre estilo
barroco y neoclásico coronada por una espadaña de 2 campanas.
En su atrio se alza un
bonito cruceiro mientras, muy cerca, los hórreos de piedra guardan su preciado
tesoro y una fuente mana fresca y azulada agua. Nuestro caminar nos lleva
por bonitas corredoiras mientras pequeños cruceiros y solitarias casas de
piedra nos miran extrañados.
Pasamos así por los
lugares de O Casal y O Meixoeiro en donde nos salen al paso ruinas,
hórreos, pequeños lavaderos, abrevaderos, pozos y coquetas fuentecillas.
Cercados por los más
variados métodos que nuestros paisanos encuentran para ello.
Las fincas y campos
dedicados a pasto para el ganado nos muestran su verde reluciente bajo el cielo
azul de la jornada.
Poco a poco nos vamos
adentrando en zona más o menos boscosa con caminos a veces encharcados y
delimitados por muros de piedras musgosas.
Aunque también hay otros
momentos en que disfrutamos de amplias miras en un horizonte claro y azulado.
Nos fuimos acercando así
al Río Almofrei, afluente del Río Lérez, y lo encontramos sereno, rodeado de
estilizados árboles, en un primer momento cercano a un área recreativa.
Y para nuestra sorpresa,
sólo unos pasitos más adelante, hecho una furia deslizándose en una desmelenada
y ruidosa cascada.
Para volver a deleitarnos
más adelante con su suave placidez deslizándose bajo un rústico pontón ante la
atenta mirada de un, ahora, mudo molino.
Llegamos así a Caroi en
donde visitamos La Iglesia de Santiago donde nos llamaron la atención su
fachada rematada por pináculos, la parte central con espadaña de dos campanas y
varios sarcófagos que creemos infantiles dado su tamaño.
No dejamos atrás La
Capilla del Niño Jesús de puerta adintelada, espadaña con dos campanas. En su
atrio, un quiosco de música y muy cerca una silenciosa área recreativa.
De allí, continuamos la
ruta por una senda entre alta arboleda para deleitar la vista en las casas
solariegas, los hórreos, fuentes y cierres de fincas de A Casola.
Y de nuevo nos lanzamos a
la vorágine de senderos preciosos, animados a veces por algún travieso regato.
Hasta que nos adentramos
en plena sierra. Allí la vegetación varía con matorral bajo y algún que otro
pino. Pero lo mejor es la sensación de libertad celeste que se respira.
Las ramas de los árboles
se alegran de la visita y parecen querer conversar con los senderistas.
Llegados a A Chan casas
de piedra y vetustos hórreos reciben a los visitantes.
Unos pasos más adelante
entroncamos ya con la maravillosa senda del Foxo do Lobo de Cotobade.
Musgo, helechos gigantes
y diversas variedades vegetales se acercan al caminante entregándonos
palpitaciones de calma y exhuberancia.
El río Almofrei se une a
nosotros de nuevo y junto con una pequeña pontella contribuye a llenarnos la
vista y el alma de grandes sensaciones.
Al igual que Los Molinos
de Portalaxe y de Serrapio a pesar de sus devastados tejados y paredes
cubiertos de hiedras y musgo por el paso del tiempo y el abandono del olvido.
¡Y qué decir del Puente
de Serrapio! Presumiblemente de principios del S.
XVIII y de un solo arco ligeramente apuntado.
Se encuentra en un
entorno inigualable en donde el emocionado senderista imagina mil y una
historias de antaño en las que las aguas del Río Almofrei tienen mucho que
decir.
Así como el empedrado y
ascendente camino de sus inmediaciones.
Que nos conduce a otra
parte de la ruta en donde los colores de la vegetación armonizan a la
perfección con el de las alturas que bajan a mirarse en el espejo de pequeños
charcos esparcidos aquí y allá.
Y en la coqueta laguna
que surge como de la nada ante los caminantes.
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