Ayer nuestros pasos nos
llevaron sobre esta maravilla de pontón.
Para ello nos acercamos
hasta “A Porta do Mezio”, una de las cinco puertas del Parque Nacional da
Peneda Gerês, en donde hay numerosos vestigios arqueológicos como esta Anta do
Mezio que nos da la bienvenida.
Seguimos la ruta conocida
ahora como PR13 AVV Trilho da Ribeira de Vilela que nos encantó de comienzo a
fin.
Es de pequeño recorrido y
señalizada en amarillo y rojo como es habitual en Portugal, ya que transcurre
por tierras de Arcos de Valdevez.
En los primeros km
caminamos en espacios de vastas extensiones con las lejanas montañas y el
cielo azul como horizonte.
Algo más adelante podemos
ir apreciando pueblitos aquí y allá y las fincas con los característicos
socalcos de estos parajes.
Y enseguida comenzamos a
vernos entre senderos delimitados por piedras.
Tanto a los lados como en el
suelo.
Nos acompañan algunos
ejemplares de caballos salvajes que ponen la nota dinámica en el paisaje.
También encontramos numerosas
pontellas sobre pequeños arroyos que sintetizan la soltura de nuestros
antepasados para sortearlos.
Algunas "carballeiras"
surgían a nuestro paso. Sus troncos retorcidos y sus ramas todavía despojadas
de sus ropajes, parecían fantasmales espectros a nuestro acecho.
En lugares que realmente
parecían escenarios de un cuento.
El agua también tiene una
importante presencia en esta ruta, pues a los pequeños arroyos ya mencionados, se
une el río, o Ribeiro Vilela que nos recibió con el estruendo de sus rápidos.
Acompañándonos en nuestro
paseo.
Deslizándose alocadamente
bajo “A ponte do Galego”.
Ofreciéndonos un espectáculo
impresionante.
Momento emocionante el
vivido al atravesarlo sobre unos improvisados pasos que no son sino simples
piedras en su lecho.
Elementos que nos
recuerdan el pasado no muy lejano como los chozos o refugios de pastor con la pátina
del tiempo sobre sus pétreas paredes.
Pasamos cerca de
Bostelinhos un lugar que parece anclado en una época pasada.
Y muy cerquita las aguas
del Vilela rugían frenéticas en una blanquiazul sinfonía de sonidos.
Y de nuevo vuelta al
colorido verde del musgo brillante en los muros.
De sendas de suelos
tapizados de mullidas alfombras.
O empedrados irregulares,
rudos y resistentes pero llenos de encanto.
A las fincas cultivadas y
de bien delimitados límites.
Al dulce deslizar
frenético de los regatos.
A los pontones
providenciales sobre ellos.
En algún momento
acompañados de fuentes para mitigar la sed.
Viejas casas de piedra,
algunas ya ruinosas sus fachadas, nos ven pasar con nostalgia.
No faltan los hórreos o
espigueiros en diferentes estados de conservación.
Algunos en solitario y
otros en lo que fueron “eiras comunitarias” ahora ya en desuso.
Una ruta por la que
desplazarse despacio paseando la vista por cada detalle.
Y que nos lleva a pensar
que la naturaleza, acompañada o no de la mano artística del hombre, es bella en
cualquiera de sus manifestaciones.
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A mín encántanme os cabalos.
ResponderEliminarÉ unha marabilla podelos ver así libres a correr ao seu aire!
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