Para llegar hasta él, los senderistas del
Blog Grupo de Andainas Rías Baixas, primero nos acercamos hasta la portuguesa
localidad de Castro Laboreiro en plena Serra da Peneda.
Nosotros iniciamos la ruta junto a La Iglesia
de Nuestra Señora da Visitação. Un edificio con características románicas,
parades macizas y voluminosos contrafuertes y que data de La Edad Media.
En su fachada sur podemos distinguir este
bonito reloj de sol.
Y en la misma plaza una fuente y el “pelouriño”,
una pilastra de piedra, usada hace tiempo como instrumento de castigo y en donde
se ataba a los reos que eran dados de latigazos.
Y sin más dilación nos dirigimos a visitar el
castillo del lugar situado en un paraje elevado al que accedemos por un bonito sendero. A nuestro paso afloran curiosas
formaciones en las piedras de la montaña en la que se erigen. Aquí os dejo a la
famosa tortuga.
La senda va culebreando y ascendiendo
paulatinamente hasta que alcanzamos la fortaleza, allá en la cumbre.
Una vez ya descendidos nos disponemos a recorrer
el llamado Trilho Castrejo. Y lo hacemos por senderos bien señalizados a veces
amplios, a veces más estrechos pero siempre fáciles de recorrer.
Desde distintos puntos podemos observar la
inmensidad y la belleza de la sierra en la que nos encontramos y diversos pueblitos allá
abajo.
Hay escasa vegetación pero es una gozada el
poder caminar teniendo delante de nosotros un horizonte amplio y con preciosas
panorámicas.
Nos sorprendió gratamente encontrarnos con
esta preciosa laguna. Todo un remanso de paz allí en la inmensidad y con la
superficie de sus aguas convertida en un espejo.
De vez en cuando grupos de caballos aparecían
en la misma senda del caminante, añadiendo un detalle más para disfrutar de la
jornada.
Los senderos son de tierra, o de zahorra. Y varias veces vamos a pisar caminos empedrados, en muchos de los cuales se ve la
huella de la otrora incesante actividad de los carros para los cuales estaban
destinados.
También tendremos encuentros con diversos
cursos de agua que acompañaremos en su discurrir y que atravesaremos por
diversos medios. Algunos son rústicos pontones. Y otros constituyen verdaderas obras de arte
como los distintos puentes que encontramos en nuestra caminata.
Este, El Puente
de A Assureira, es el primero y se emplaza en un espectacular paraje con las
aguas del río Barreiro deslizándose bajo él y un silencioso molino allí también
a su vera.
Y a escasos metros de allí nos esperaba A Ponte
Nova. De origen romano con carasterísticas medievales e impresionante allí en medio de la nada esperando con
ansia al aventurero que por allí se atreve.
Se cree que, inicialmente, ligaba La Vía Romana
que, de Portela do Homem, se dirigía a Laboreiro, y su existencia se justifica
por la proximidad a la fortaleza castreña, situada en las inmediaciones, como
forma de garantizar el proceso de romanización y ataque de las tropas romanas.
A medida que íbamos caminando nos acercábamos
a nuestro principal objetivo y obteníamos diversas perspectivas de su característica imagen
todavía lejana.
Pero teníamos que llegar hasta allí. Y aquí sí
que ya comienza un ascenso continuo que vamos realizando por una estrecha senda
rodeada de brezo y otros arbustos. Las vistas, fantásticas, tanto hacia adelante
como a nuestras espaldas, en donde podíamos ver la altitud que íbamos cogiendo
y todo lo que dejábamos atrás.
En esta parte hay que ir con mucho cuidado porque el
sendero serpea por entre las abundantes rocas y tenemos casi que ir buscando
por donde caminar. Ayuda al senderista el hecho de haber bastantes marcas y
también la presencia de abundantes mariolas, grupos de piedras amontonadas,
para indicar a dónde dirigirnos y poder continuar la ruta.
Una gran dicha surge en el pecho del caminante
una vez al pie de la gran ave de granito, casi a punto de alzar el vuelo, y que
contemplamos serenamente mientras tomamos aliento y recuperamos fuerzas para
seguir adelante.
A lo largo del recorrido también podemos refrescarnos en diversas
fuentes que ofrecen su precioso líquido elemento al caminante.
Sombreadas sendas entre muros nos acogen de vez en cuando y animan el paso
alegre de los senderistas.
Que aún estuvimos unos minutos esperando a que
esta pétrea gallina pusiese un huevo y nos alegrase con su triunfal cacareo. ¡Pero no cayó esa breva!
Casi a sus pies un tradicional peto, exponente de
los muchos que el senderista encuentra durante el trayecto.
Y muy cerquita, en un bucólico paraje con
poza, cascada y molino, El Puente de A Varziela que presenta también características
medievales.
Y casi ya a la entrada de Castro Laboreiro
todavía nos esperaba la bonita estampa de este majestuoso puente y su compañero el tranquilo molino.
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