Y este domingo los
senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas nos fuimos al concello de
Forcarei, a la búsqueda de una ruta más que nos dé a conocer la belleza de
nuestra Galicia.
Iniciamos la marcha en la
localidad de Fixó en donde avistamos los restos de unas construcciones, las
neveras, datadas en el S. XVII, y que eran usadas por los monjes del Monasterio de Acibeiro
para conservar el hielo y así poder comerciar con él.
Continuamos nuesta
caminata siempre vigilados por las miradas de
las apacibles vacas que pastaban en los prados aledaños y por esos gigantes del parque eólico moviendo incesantes sus brazos en las alturas.
Pusimos a prueba la
resistencia de nuestras piernas en la subida al alto de Coco desde donde tenemos
una magnífica visión de todo lo que lo rodea, cerca y más allá en el infinito
horizonte.
Nos paramos a disfrutar
del momento en que entramos en contacto con el agua del regato das Grobas en un
paraje realmente bonito.
Contribuyen a la belleza
del lugar la figura de un viejo y estático molino, allí solitario.
Y un impresionante pontón
sobre las inquietas aguas del río que discurren frenéticas bajo él para ir a
juntarse al Deza.
Nuestro caminar
transcurre por suelos de tierra, a veces con piedrecillas sueltas, otras con
exceso de vegetación, alternando las bajadas y los ascensos con algún remanso llano, pero siempre fascinante.
El senderista pasa por
lugares abiertos que permiten otear muy lejos pero también por senderos
encajonados, con el lecho de piedra y que a veces dificulta la marcha ligera
por temor a posibles resbalones debido a lo húmedo del ambiente.
A lo largo de la jornada
iremos serpeando y zigzagueando con la ruta y admirando las vistas que ante
nosotros se presentan.
Varios pinares y
carballeiras dan sombra al caminante pero también encontraremos acebos,
helechos reales, y multitud de castaños que en esta época sonríen al vernos pasar
y nos ofrecen su preciado fruto, la castaña, y una mullida alfombra de hojas a nuestros pies.
Pero también encontramos
parajes con vegetación no muy alta, que no ofrecen mucha protección en caso de
días soleados pero que a cambio dejan en nuestra retina la amplia belleza de
nuestros montes.
Y ya llegados al lugar de
Bustelos nos disponemos a disfrutar de la parte más espectacular. Un sendero
estrecho, escarpado, excavado en la roca, que pone a prueba la buena forma y
los reflejos del caminante, teniendo a un lado la pared de la montaña, y al
otro el vacío, el precipicio. Destacar la parte
enlosada de la vía y el espectáculo de vértigo que desde ella se divisa, con el
río, bramando encajonado allá abajo en la distancia y todo el valle a vista de
pájaro.
Y una vez superado este
tramo con agilidad y pericia, llegamos a la vieja aldea de Grobas, una aldea
abandonada por sus habitantes, con sus casas casi devoradas por las hiedras,
con los tejados caídos, las puertas y ventanas abiertas que echan a volar
nuestra imaginación hacia un lugar de misterio y lleno de encanto.
Pero también allí una vez
más la magia del agua está presente y nos ofrece momentos maravillosos
recorriendo las orillas del regato de Grobas, la transparencia y frescura de
sus aguas y la belleza de las pozas que allí forma.
Un molino, dos pontones y
antiguo puente son también vestigios de la actividad del lugar en otra época no
muy lejana.
Y ya el senderista busca
el camino de regreso a Fixó y lo hacemos atravesando antes una exigente, ascendente
y maravillosa carballeira, que con el río corriendo ladera abajo, y la verde pátina
musgosa del tiempo cubriendo muros y árboles, nos hace reafirmar en nuestra idea
sobre las maravillas de nuestra tierra.
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