Y hoy, en El Blog Grupo De
Andainas Rías Baixas, os presentamos una ruta circular en Vilagarcía de Arousa.
Partimos de Pontevedra
con una llovizna ligera pero constante y con ella llegamos a Vilagarcía. Allí,
dejamos los coches en el aparcamiento que hay cerca de las instalaciones de
Fexdega, y, cruzando el puente sobre O Rego do Con, ataviados con nuestra capas
de lluvia y protegidos bajo los paraguas, allá que nos marchamos, caminando inicialmente
por la calle Doctor Tourón, dirección al Monte Xiabre.
Vimos plazas como la de
España, y edificios tanto civiles como religiosos, entre ellos la iglesia de
Santa Eulalia y, cómo no, la de San Roque, en donde se da comienzo a la conocida Fiesta Del Agua allá por el mes de agosto.
Esta parte del principio,
así como la del final, al ser en ciudad, se realizan sobre asfalto. Pero una vez ya fuera del
casco urbano, dimos comienzo a la ascensión hasta la Cruz Del Monte Xiabre.

Pero sin desanimarnos, ni
por la cuesta ni por la constante presencia de la lluvia, llegamos sin novedad
a la cima del Xiabre.
Allí, como era de esperar
dada la climatología reinante, no pudimos disfrutar de las vistas que, sin duda,
en un día despejado, se pueden contemplar y admirar. Apenas alcanzábamos a distinguir nuestras imágenes, perdidas entre la nieblina, como figuras fantasmales, hecho que me hizo pensar, sólo por el título, en la película "Gorilas en la niebla"...
Y ya sí, tocó descender y
llegamos así hasta nuestro amigo el mar.
Recorrimos parte del paseo marítimo
pasando por Carril. La visión del oleaje embravecido muriendo en la arena, de
las barcas esperando días mejores en su lecho acuático, de las gaviotas volando
incansables, nos alegraron la vista y el espíritu.
Pero, dado que la lluvia
no sólo no amainaba sino que arreciaba, a la altura del Centro De Interpretación
Da Ría De Arousa, mojados como sopas, decidimos continuar por la calle paralela,
para así poder evitar la fuerza del viento, que nos azotaba inflexible, y llegar por fin hasta nuestros coches y poder vestir nuevas ropas secas y cómodas. En la Plaza de España la fuente y el cielo continuaban arrojando su agua, indiferentes a nuestro cansino caminar.
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