Los Senderistas del Blog
Grupo de Andainas Rías Baixas estuvimos visitando La Isla de Cortegada.
Para ello nos desplazamos
hasta Vilagarcía de Arousa en donde nos embarcamos para acercarnos a ella
mediante una tranquila embarcación.
Desde la cual pudimos
contemplar el remanso de tranquilidad del mar, diferentes islotes y la propia
Vilagarcía.
También, con el suave
balancear de las olas debido a la brisa marina, y a medida que nos acercamos a la
isla, distinguimos unas varas que emergen del agua y que delimitan los viveros
de almejas y berberechos que hacen tan famosa a la localidad de Carril.
Desembarcamos en lugar
idílico. Una porción de tierra ya conocida en La Antigüedad y bautizada por los
romanos con el nombre de Corticata y que hoy en día es una de las islas que
conforman El Parque Nacional Illas Atlánticas de Galicia.
Nos acercamos a La Ermita
de la Virgen de los Milagros, actualmente en reparación. Data del S. XVII y en
sus buenos tiempos atraía numerosos peregrinos, que buscaban curación a sus
dolencias.
A su lado se alza un
pétreo cruceiro y en las cercanías veréis manar un manantial.
A partir de aquí vamos a
ir contorneando la isla dejándonos llevar por entre la masa forestal que
conforma este Bosque Flotante.
Siempre con la inmensidad
acuática acompañándonos y avistando algún que otro islote cercano.
Es un verdadero placer
caminar en este entorno privilegiado contemplando el suave vaivén de las aguas
besando la costa.
La mar está en calma y
algunas embarcaciones se mecen en su superficie.
La Isla es una joya
paisajística y de gran riqueza ecológica, ya que cuenta con peculiaridades botánicas
visitadas por expertos de todo el mundo como El Bosque de Laureles, el más
importante de Europa y que va aromatizando nuestro caminar.
Cortegada también es un
lugar para contemplar el cielo y descubrir sus maravillas desde diversos puntos
estratégicos.
Al poco, nuestros pies nos
llevan a través del antiguo Camino de Carro utilizado en tiempos para
transportar carga. Altivos árboles jalonan las musgosas piedras de sus muros
que delatan el inexorable paso del tiempo.
Allí, en medio de la
frondosidad, descubrimos las ruinas de antiguo poblado en donde habitaron los
colonos que trabajaban sus tierras.
Y cerrando el círculo de
la ruta regresamos al embarcadero con el alma llena de imágenes de ahora y de
otros tiempos no tan lejanos.
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