La ruta que describimos hoy transcurre por tierras de la localidad de Baio, ayuntamiento de Zas, A Coruña.
Nos recibe la frondosidad
de la Carballeira de Astrai cuyos árboles podrían hablarnos de las romerías en
ella celebradas a lo largo de los tiempos.
Allí mismo tomamos
contacto con El Río Grande cuyas aguas nos van a acompañar durante varios
tramos de la caminata.
Un rústico pontillón nos ayuda a cambiar a su orilla izquierda.
Allí, el caminante desliza sus
pasos sobre un cuidado sendero, al tiempo que el río lo acompaña con el suave
murmullo del líquido elemento, en donde se reflejan coquetos los árboles del entorno.
Llegados a La Presa de As
Quintas el rumor se convierte en estruendo con el deslizar del agua chocando
contra sus piedras, mientras las setas salen a tomar el sol.
Algo más adelante nos
deleitamos con una bonita estampa del Molino Novo De Su A Agra y su presa, el
río y los elementos vegetales como protagonistas.
El senderista continúa su
periplo serpeando con el río, que fluye libremente bajo puentes de piedra o de
madera, siempre rodeado de belleza.
Como sucede en los
aledaños del Molino de Pedra Vixía.

En las inmediaciones descansan las siluetas de varios molinos, en cuyas paredes es patente el paso
inexorable del tiempo.
Por cierto que ahora es
El Río De Lamas el que acompaña al caminante sumando nuevas emociones a las
ya vividas.
Una imponente mole rocosa
aparece ante el caminante. Es “A Pedra Vixía” que da nombre a todo el paraje, al
tiempo que, con su silueta de perro guardián, supervisa lo que por allí acontece.
Como en las pasarelas
sobre las cascadas que forma el, aquí, travieso río.
O en la tranquila Área
Recreativa de Pedra Vixía decorada para
el uso y disfrute de los que por allí se acercan.
Buscamos de nuevo la
compañía y espectáculo del Río Grande.
Para abandonarlo poco
después y marchar a la búsqueda de nuestro siguiente objetivo: Las Torres do
Allo, con toda probabilidad, El Primero de los Pazos Gallegos, pues más de 500
años de historia han pasado por las piedras que lo conforman.
Verdadera joya
arquitectónica, declarada Monumento y Bien de Interés Cultural en 1999, se
empezó a construir en el S. XV por la Familia Rioboo y fue modelo para los
demás pazos gallegos. De Estilo Barroco y Renacentista, es el sucesor civil de
los castillos medievales del Reino de Galicia.
Mirando hacia la parte
superior, resaltan muchos detalles de cierto esplendor, como los adornos de las
ventanas y las imponentes gárgolas, que parecen sacadas de una película de
terror.
A la derecha del pazo se
encuentra un primer grupo de Hórreos, uno de ellos del S. XVII y cuya
función, como ya sabemos, era la de hacer de graneros de los frutos de las
abundantes cosechas.
Fijaos también en “La
Fuente del Gallo” llamada así por la figura de un gallo realizada en granito
que hay en su cabecera, aunque ahora sea difícil reconocerlo.
Algo más alejados
visitamos un segundo grupo de hórreos, destinados antaño al almacén de maíz y
otros alimentos, y que, ahora, sólo acumulan hierbajos y nostalgia.
Forman conjunto con las
ruinas de las llamadas “Casas do Curro”, que eran viviendas donde vivían los
colonos, trabajadores del pazo y los caseros que cuidaban de las posesiones de
los señores.
Y, si sois curiosos,
llegaréis como nosotros, hasta un hermoso Palomar actualmente deshabitado de
sus arrulladoras inquilinas, pero que antiguamente era una señal de distinción
de la nobleza gallega. Como reza el dicho: palomar, capilla y ciprés, pazo es.
¿Y dónde está la
capilla? La encontraréis a un paso: La
Iglesia de San Pedro construida en el S. XVI por Gómez de Riobóo "El Viejo".
En ella, además de San
Pedro, sedente en la portada, destacan las figuras de Adán y Eva que custodian
la entrada principal del templo.
También llaman la
atención su campanario ladeado y la abertura enrejada que corona su fachada,
cuadrada, a diferencia del típico rosetón circular. Buscad, entre otras, la
talla de San Pablo, espada en mano. Y admirad la riqueza de la ornamentación
que se completa con motivos vegetales en las columnas frontales.
Un esbelto Cruceiro
adorna las cercanías con una Virgen Peregrina además de los demás elementos
habituales.
Abandonamos O Allo y
recuperamos la melodía del Río Grande por la orilla derecha en donde, en medio
de abundante vegetación propia de ribera, nuevos molinos nos salen al paso.
Nos detuvimos bastante
rato en el lugar de “Os Muiños” por la especial atmósfera que allí se respira
y que nos traslada a otras épocas no muy lejanas pero de muy diferentes
condiciones que ahora.
Rústicos puentecillos de
madera nos facilitan la caminata que transcurre serena y calma.
Dejándonos arrullar por
la buena temperatura y la maravilla de los parajes de esta nuestra Galicia.
Nos gustó reencontrarnos
con El Molino Novo de Su A Agra allí en su hermoso rincón.
Así como conocer a su
homónimo, El Molino Vello de Su A Agra, en un idílico paraje en que el río podría
ser cruzado y cambiar de orilla saltando por unas poldras milenarias.
Nosotros nos contentamos
con caminar delicadamente sobre puentecillos de madera.
Que nos llevan hasta El
Molino Das Quintas desde donde regresamos al punto de inicio para dar por
terminado este bucólico paseo.
Por una ruta en donde
cada rincón parece aún más bello que el anterior y cada vuelta del camino
ofrece una nueva perspectiva de una tierra
que no nos cansamos de mirar.
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