La Cascada de A Freixa en
El río Xesta es una de las protagonistas de esta caminata por tierras de A
Lama.
Los Molinos de Reboreda son
testigos de nuestro inicio.
Cerca de su emplazamiento
ya tenemos un inicial contacto con El Río Xesta y los restos de un antiguo puente.
El sendero
que nos encontramos es suave y corretea retorcido y ligero entre frondosos árboles
estilizados y animados por el rumor líquido del travieso río al que nos
acercamos.
Y lo
encontramos tranquilo y sosegado dejándose llevar entre los cuarzos de su
lecho.
Enseguida
otro molino llama la atención del senderista, allí colocado, simplemente escuchando
la música interpretada por el río y el roce del viento en las hojas.
Continúa
el caminante disfrutando del aire fresco de primavera, de los diversos sonidos ambientales,
del calor de lo rayos del sol atravesando el tupido ramaje, de la serpeante y
estrecha senda, y sobre todo del río y su bullicioso discurrir.
Al
arribar cerca del Área Recreativa de Os Prados el punto de mira se hace más
amplio.
Avanza
el caminante, la vegetación cambia, luce el sol en lo alto y todo se vuelve más
verde, más amarillo, azul y luminoso.
Colores y brillos que
alegran el corazón y animan el paso del senderista.
Llegamos a Portomartiño y
de nuevo notamos un cambio en el paisaje. Marchamos ahora sobre caminos
empedrados e incluso cercados por muros de piedra.
Pequeños regatos se
deslizan traviesos bajo rústicos pontones construidos de las más diversas
maneras mientras el caminante lleva sus pasos un poco más allá.
El camino se alarga
lentamente, el caminante conversa con el río, la arboleda, piedras y solitarios molinos que le
salen al encuentro.
La pétrea
figura de A Ponte de Abaixo surge desafiando las aguas.
Iniciamos una ligera
ascensión que nos agasaja con amplias miras y un campo florido.
Poco a poco nos vamos
acercando a Liñares en donde admiramos su imponente puente.
De un solo ojo apuntado y
origen incierto, se cree situado en la ruta que los arrieros utilizaban para
transportar mercancías varias del interior hacia la costa y viceversa.
A un tiro de piedra podemos
ver que las aguas se van desmelenando y nos ofrecen ya un bonito anticipo.
Por eso no debéis dudar
en acercaros hasta el paraje en donde La Cascada de A Freixa se nos muestra en
todo su esplendor.
Un gran espectáculo de tranquilas
pozas además de bulliciosas aguas precipitándose alocadas por un gran desnivel
entonando la melodía estruendosa del río victorioso.
Todo pasa y el caminante
sigue su marcha contemplada por La Ermita de San Lorenzo solitaria en su
atalaya.
Canturrean ahora sus pasos
por viejas y húmedas corredoiras en donde, a veces, el líquido elemento campa a
sus anchas.
A través de su suelo y
muros empedrados ahora embellecidos por la musgosa pátina del tiempo.
Para completar así un paseo entre agua, molinos, puentes, rocas y misterios conservados por el tiempo, que aquieta, tonifica y sosiega.
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