En Galicia abundan los
molinos de río. Éstos que os mostramos hoy se encuentran en un paraje
totalmente distinto a los que vimos hasta ahora.
Estamos en tierras de
Malpica de Bergantiños. Inicialmente visitamos A Pedra Da Arca del período entre el 3500 y el 2700 A.C., fase de máximo esplendor de la Cultura Megalítica.
Es uno de los dólmenes más grandes de Galicia,
con cámara poligonal y corredor orientado hacia el este. Consta de una enorme
piedra de cubierta y seis chantos verticales que la soportan.
Por el peso de las losas de estas obras funerarias, imaginamos que sus
creadores tendrían que ser seres con una gran fuerza física como las mouras de
las leyendas.
Se encuentra en una zona muy cuidada y accesible
en donde la primavera era bien visible.
A continuación nos dirigimos hacia Filgueira
en donde apreciamos bonitas casas de piedra y alguna fuente.
No faltan los tradicionales hórreos de esta
zona de Galicia.
Seguimos por una pista rodeada de fincas
recién cultivadas adornadas con las flores propias de la estación.
En un plisplás llegamos a una pequeña Área
Recreativa en donde escuchamos deslizarse un riachuelo. Que será el protagonista más adelante.
Estamos ya en Ardeleiro que nos recibe con sus
hórreos y casas de piedra.
Sigue el caminante por una senda entre pinos,
castaños y otras especies arbóreas de estos parajes.
Llega un momento en que ya podemos ir
atisbando el azul del océano fundiéndose con el celeste del cielo.
Gran regocijo siente el senderista el saberse
muy cerca del objetivo que se encuentra besando las aguas del Océano Atlántico.
Al que nos acercamos encontrándolo sosegado y
sin apenas movimiento.
La costa es escarpada formando acantilados en
donde el mar va horadando la superficie formando vertiginosas curvas y cuevas
que admiramos desde lo alto.
Vemos también una Cruz de Piedra homenaje a
los hombres desaparecidos en el mar.
Y, por fin, Los Molinos de Ardeleiro o “Muiños
da Ribeira”, allí, al abrigo de “A Enseada dos Muiños”. Un conjunto de 5
molinos que aprovechan las aguas del Regato dos Muiños o “Regato Das Ondas” que
vierte directamente al océano.
Hay dos molinos algo alejados de las aguas
saladas pero igualmente en un paraje lleno de encanto ornamentado con el
colorido de la campiña que lo circunda.
Primero nos acercamos hasta El Molino de
Tecedén al que el agua del arroyo llega por un canal con cubo circular elevado.
Luego al Molino do Pirillete, el único situado
a la izquierda del riachuelo cuya agua entra por un canal de piedra y acaba en
un cubo rectangular.
Y ya nos dirigimos a los otros 3 más cercamos
al Atlántico. Exteriormente, igual que los anteriores, son pequeños,
rectangulares, construidos con mampostería y tejados a una agua con
recubrimiento de teja.
El 3º es El Molino Novo al que el agua llega
simplemente por un canal.
El Regato Das Ondas por aquí se desliza
revoltoso y travieso formando incluso pequeñas cascadas cuya sonoridad líquida ameniza
el idílico entorno.
En El Molino de Mandeón, cada vez más cerca de
la mar salada, el canal está elevado sobre un montículo de piedras y el agua
finalmente cae en un cubo.
El espectáculo de molinos y el arroyuelo cabalgando
hacia el Atlántico es impresionante, remontándonos a un pasado sin duda muy
activo.
Y todavía resta El Molino de Varela, el más
cercano al océano y en donde el líquido elemento entra por canal casi a ras de
suelo.
El Regato dos Muiños sigue juguetón formando
otra caída de agua cuyo sonido al despeñarse lo impregna todo y nos transmite
vida, bullicio y armonía.
Todo ello a la vera verita del Atlántico cuyas
saladas aguas contemplamos y tocamos viéndolas llegar mansamente a la rugosa
superficie que pisamos.
Despida de la vegetación que cubre las rocas
cercanas.
Continúa el caminante su periplo por pistas entre
pinos y cielo azul, arribando a Loroxo. Primeramente nos recibe un pétreo
cruceiro.
Y después El Pazo Casa de Mandián del S. XVIII
y Estilo Barroco. En la fachada principal nos admiró la escalinata con balaustrada
y el escudo debajo de un empenachado yelmo conteniendo símbolos de los linajes
de las familias propietarias.
Prestad atención y descubriréis La Capilla de
San Ramón, pegada al pazo, y varios hórreos vistosos.
Que junto con los demás tesoros que os hemos
mostrado hacen de ésta una ruta con gran valor etnográfico, emotivo y
paisajístico.
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