La Torre de Lapela en
Monção, Portugal, estará en el punto de mira de Los Senderistas del Blog Grupo
de Andainas Rías Baixas en esta caminata.
Que iniciamos en las
cercanías del Puente de Fillaboa, Salvaterra de Miño. Medieval aunque de origen
romano, con modificaciones posteriores, se eleva sobre las aguas del Río Tea.
Se localiza en un entorno
de gran belleza, en el antiguo camino que unía Ribadavia
y Tui. De apariencia ruda y maciza con calzada pétrea, 3 arcos de medio punto y
uno circular, es testigo de la presencia de los romanos inductores del cultivo
de la vid en estos territorios.
Del cual tendremos conocimiento desde el
inicio de la ruta con la visión de grandes extensiones de viñedos como La Bodega
Fillaboa y otras más adelante.
Continúa el senderista por entre sendas,
congostras y caminos de servicio a fincas y viñedos adornados por la vegetación
de la temporada primaveral.
Llegamos así al emplazamiento de La Iglesia de
San Pedro de Arantei del S. XVII.
En una plaza aledaña admiramos El Cruceiro del
Santo Cristo. Un pedestal de tres peldaños
con molduras sustenta un esbelto fuste con imagen mariana. En el anverso de la
cruz un ángel porta un cáliz, que recoge la sangre de Cristo crucificado.
También, muy cerca, El Pazo de O Souto, casa
señorial de sillería y mampostería que se supone del S. XVI y que pudo ser una
construcción defensiva. En sus paredes un magnífico escudo con las armas de Los Barros, Troncoso de Lira y Sotomayor. Así como muestras de la
arquitectura popular con casas de piedra y hórreos.
Arribamos por fin a La
Senda del Río Caselas que nos recibe cantarín entre frondosos y estilizados
árboles.
En la ruta hallaremos paneles
informativos de la flora y la fauna y algún que otro banco aquí y allí para
descanso del caminante.
Que irá cambiando de una
a otra orilla gracias a rústicos pontones u oportunas pasarelas de madera.
Al tiempo que disfruta de
la alegría deslizante del agua.
Y de los momentos vividos
en el entorno del Muiño do Picado de 3 muelas, ya reseñado en El Catastro de
Ensenada.
Con el correspondiente
Puente del Picado.
Justo antes del Muíño dos
Bernárdez, de 4 muelas y de cubo, también citado en El Catastro de Ensenada.
A cuyo lado El Río
Caselas se muestra revoltoso como un niño travieso.
Continúa su periplo el
caminante y lo hace primeramente entre alta arboleda y luego nuevamente entre
viñedos arribando a las dependencias de La Bodega Señorío de Sobral.
Nuevamente también la
flora primaveral se hace presente hasta cruzar la vía del tren para seguir
camino.
Y arribar por fin a
orillas del Río Miño al que encontramos tranquilo y sosegado bajo un cielo azul
intenso.
En sus orillas
encontraremos unas seculares construcciones líticas: Las Pesqueiras, empleadas
para la pesca, claro está. Y que los romanos nos dejaron por estos pagos.
La senda es fácil de
seguir y los colores de la primavera se manifiestan en la flora y en general en
todo el entorno.
Por cierto que desde
diversos puntos podemos avistar las tierras de nuestro vecino Portugal. Destacamos
La Torre de Lapela un espectacular e imponente mirador sobre las aguas miñotas
en la cercana Monção.
Sus 35 m de altura dan idea de lo
que pudo ser el castillo del cual era La Torre de Homenaje posiblemente
levantada en el S. XIV como centinela sobre las tierras fronterizas.
Hay momentos en los que
el senderista camina bajo la sombra de grandes árboles, incluidos algunos
alcornoques.
Fijaos también en las
distintas formaciones rocosas esparcidas a lo largo de la senda y que dan
animación a la ruta. Alguna con nombre propio como “O Penedo das Trenzas”.
A lo largo de la senda el
paso del caminante se ve ayudado por diversas pasarelas, pasamanos o
puentecillos de madera.
Que en ocasiones
facilitan el paso sobre algún que otro regato.
Siempre con la
imperturbable presencia y compañía de nuestro padre Miño.
No faltan los viñedos en
esta parte colorida del recorrido. Volviendo a encontrarnos con terrenos de La
Bodega Fillaboa y con El Río Tea.
En sus orillas se yerguen
las estacadas, ingeniosas construcciones en madera y
hierro, fruto de un saber ancestral transmitido durante generaciones, método único
para la captura de la lamprea.
Y que nos dejan delante del Puente de
Fillaboa, brillante punto final de la caminata.
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