lunes, 12 de abril de 2021

Por Las Cascadas De Los Ríos Sar Y Roxos

 Y no nos cansamos de admirar las maravillas que nos ofrecen los ríos de nuestra Galicia

Esta vez caminamos por tierras de Roxos, cerca de Santiago de Compostela. Inicialmente lo hacemos por una senda bajo la sombra de los pinos, conociendo El Petroglifo da Prianseira.

A medida que avanzamos apreciamos el silencio reinante y la paz que se respira en el ambiente en donde el arbolado se nutre de especies autóctonas.

Llegamos así a orillas del Río Sar, afluente del Río Ulla, que cruzamos por el estrecho Puente das Pardiñas

Para llegar a un bonito paraje con molino incluido.

Que abandonamos para seguir disfrutando de la serenidad proporcionada por el verdor de las hojas de los laureles y las enredaderas serpeando por los troncos de los árboles. 

Al tiempo que los pies se deslizan sobre la mullida y alegre alfombra de la hojarasca y se atreven a cruzar un regato sobre una frágil pasarela de madera.

Para algo más adelante hacer lo mismo pero ya sin pasarela ni nada al tiempo que los ojos del caminante atisban el enclave en donde se halla El Petroglifo de O Souto

Un lugar lleno de magia y misterio en donde los artistas del Neolítico nos dejaron su obra en piedra.

La senda que viene a continuación vuelve a sumergirnos en un mar de verdor en la tierra llevado hasta las alturas por las hiedras de los árboles. 

Y nos conduce de nuevo hasta las aguas del Sar que avanzan ruidosas y raudas bajo los restos del Puente Cabirta.

Deja el caminante este rincón dejándose llevar al amparo de estilizados y retorcidos ejemplares arbóreos. 

Hasta llegar a las ruinas de La Fábrica de Papel de Pego y su molino papelero de tinas, que empleaban trapos como materia prima, por lo que la elaboración de pasta de madera, iniciada en España sobre 1880, supuso el principio del fin de estas viejas papeleras. 

 Que quedaron al abandono acompañadas por un halo de nostalgia y añoranza todavía palpables en sus decaídos muros y las flores silvestres que los adornan.  

Curioseando por allí oímos el rumor del agua y para nuestra sorpresa nos volvimos a topar con El Río Sar esta vez formando una estruendosa cascada en un entorno espectacular.

También fuimos testigos de cómo El Río Roxos, su afluente, le entregaba su líquido y cristalino elemento.

Una verdadera maravilla poder estar allí asistiendo al espectáculo del Roxos en todo su esplendor, formando fantásticas pozas y pequeñas cascadas.

A cada paso un bonito momento surgía ante el visitante que recreaba la vista y el espíritu.

Pero el caminante debe proseguir y qué mejor que por un sendero entre altos árboles que, adornados sus troncos y ramas de verdes serpientes reptadoras, parecían alcanzar el azul del cielo.

Y contando con la compañía del Roxos, compañero inseparable. 

 Nos encantó divisar la figura de un viejo y solitario molino en su orilla derecha.

 Y la senda que nos lleva ante la pasarela de madera que pone punto final a nuestro paseo.


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