lunes, 2 de abril de 2018

Por Pontevea, Burga De Xermeade, Río Ulla Y Pasarela Mariola

El fantástico Puente de Pontevea sobre El Río Ulla es uno de los protagonistas de nuestra caminata.
Hace de frontera entre las provincias de Pontevedra y A Coruña, y a finales del 2017 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Es medieval, aunque con muchas reformas posteriores, y muestra tres arcos semicirculares y otros tres ligeramente apuntados.
Los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas dimos inicio a nuestro paseo al lado mismo del puente en donde vislumbramos también una capilla con encanto.
Y allá nos fuimos caminando pegaditos al Río Ulla en una mañana brumosa y fría.
En busca de La Burga de Xermeade, un brote de agua termal, sulfurosa, muy apreciada antiguamente.
Que nosotros tuvimos en exclusiva.
Y la encontramos en un entorno muy cuidado y acondicionado para pasar buenos momentos en familia, a solas, en grupo...
Siempre acompañados, eso sí, por el runrún del río que nos mostraba un caudal pleno y sonoro.
Desandamos camino y nuestros pasos nos llevan ahora por el otro lado del puente en donde además de la vegetación propia de ribera nos encontramos otros ejemplares autóctonos.
Una vez abandonado el río, os sorprenderá, como a nosotros, la presencia de algún banco para el descanso del caminante y hasta una farola en pleno monte en medio de los pinos.
Y arribamos así al Área Recreativa de O Xirimbao.
 Allí se localiza un importante coto pesquero y un puente colgante conocido como Pasarela Mariola que es la verdadera vedette del momento.
La admiramos ya desde abajo y también nos atrevemos a cruzarla.
La verdad que son unos minutos que realmente impresionan con la pasarela bamboleándose a cada avance de los caminantes y las frías aguas allá abajo.
Una vez en la otra orilla no nos perdemos el espectáculo del Ulla.
Pero en la ruta descubriremos así mismo casas rurales de piedra destacando El Pazo De Maíndo.
Con escudo en sus paredes y un descuidado hórreo en su jardín.
De lejos divisamos la estilizada figura de La Iglesia de Santa María de Couso.
Y allá que nos acercamos.
Antes de llegar a su atrio nos dimos de bruces con este lavadero que, aunque en desuso, nos mostró toda su belleza de antaño.
También nos acercamos hasta el solitario enclave de este precioso cruceiro.
Y ya nos dirigimos a reencontrarnos con El Ulla. El sendero que nos conducía a él se encontraba tapizado por una alfombra de hierba verde.
Y nos obsequió con algún que otro alcornoque.
No podía faltar en una ruta fluvial el consabido molino. Estos días nos tuvimos que contentar con contemplarlo de lejos pues las aguas del río anegaban las tierras circundantes.
Lo que más nos gustó fue el río en si. Encontrarlo tan pleno de vida, tan ruidoso, tan bonito...
Dejándonos llevar por estrechos senderos desde los que teníamos el agua al alcance de la mano. 
Nuestro paseo tocaba a su fin y allá nos esperaba pacientemente El Puente de Pontevea.
Con sus arcos de bóvedas ojivales viendo pasar las misteriosas aguas del Ulla.
Y marcando presencia imponente en una ruta cortita que sin duda deja un recuerdo entrañable en los senderistas.
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