lunes, 27 de noviembre de 2017

Por Ourense: Puente Romano, Castro De Santomé, Desfiladero Del Río Loña Y Pasarelas Sobre El Miño

En otro tiempo Los Romanos anduvieron por Ourense, a la que llamaron Auriense, y nos dejaron este soberbio puente sobre El Río Miño.
Para llegar hasta él los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas iniciamos un paseo en La Playa Fluvial de Oira en la capital ourensana.
Y desde el primer momento es todo un verdadero disfrute para los sentidos. La nieblina matutina dejaba rasgos fantasmagóricos sobre el río.
Caminamos pegaditos al Miño engalanadas sus orillas con las otoñales telas coloridas.
Enseguidita pasamos debajo del imponente viaducto del tren.
Y en pocos metros lo hacemos por esta preciosidad.
Y henos aquí que por fin nos topamos ante El Puente Romano o Puente Viejo que esperaba impaciente nuestra visita.
Pasamos tranquilamente bajo su arco apuntado.
Y lo admiramos desde todos los ángulos posibles.
Las aguas del Miño bajaban calmas y serenas y en las rocas de su lecho unos cormoranes descansaban de su vuelo.
El Sol hacía una tímida aparición aportando calidez al momento.
Nos decidimos ya a cruzar el río y desde A Ponte Vella, como también se le llama, atisbamos a lo lejos la majestuosa silueta del Puente del Milenio.
Ya en la otra orilla nos acercamos hasta La Capilla de Los Remedios.
Y volvemos a encontrarnos con nuestro principal protagonista.
Como El Miño llevaba menos caudal de lo habitual no dudamos en adentrarnos en su cauce para fotografiar El Puente Romano, símbolo de la ciudad, en todo su esplendor.
Caminamos ahora sobre el llamado Paseo Das Ninfas con El Miño y los puentes antes nombrados como compañeros de fatigas.
Quien tenga sed puede saciarla en esta coqueta fuente del paseo.
Y continuar deleitándose con el fluir de las aguas del Miño bajo las pasarelas que permiten cruzarlo.
Y llega el momento en que caminamos sobre El Sendero del Río Loña.
Las ruinas de una vieja fábrica de luz y de un molino, nos dan idea del aprovechamiento que se hacía del agua antiguamente.
Y la firmeza pétrea del Puente de Mende nos habla de la importancia que estas tierras tuvieron desde todos los tiempos.
De un solo arco, ligeramente apuntado, es de origen medieval y una verdadera joya testimonio del pasado.
El Loña discurría plácidamente y sus aguas, convertidas en espejos, reflejaban la arboleda circundante.
En algunas ocasiones, pasarelas de madera facilitan el paso del caminante.
Dejamos Mede y nos adentramos en una senda realmente preciosa. 
Caminamos por un estrecho pasillo con el verde musgo tapizando las piedras de sus muros.
Con el retumbar del Loña en su desfiladero como banda sonora arribamos a un paraje de cuento con la presencia de un molino, ahora en ruinas.
El pedregoso cauce del río, con poco líquido elemento, a nuestra disposición y también una poza enmarcada entre rocas que nos miran seriamente.
Más tarde caminamos por el desfiladero observando allá abajo el trepidante discurrrir del río formando cascadas y calderas bulliciosas en su lecho. 
Y nos acercamos ya al Embalse de Castadón que circundamos con la vista puesta en sus aguas convertidas en un maravilloso espejo azulado.
Y vuelve el senderista a llevar sus pasos por lugares llenos de encanto.
Madroños, robles e incluso alcornoques lo saludan cordialmente.
Y llega el momento de conocer otro punto importante de la ruta: El Castro de Santomé.
En donde podemos deambular por El Poboado Castrexo allí existente.
Así como conocer la estructura de una casa típica romana.
Todo ello se encuentra en un paraje de una gran belleza rodeado de frondosos árboles autóctonos y que merece la pena visitar.
Y ya toca regresar al punto de partida y lo hacemos pisando sobre una calzada empedrada.
Y ya cerca de nuestra meta nos espera esta maravilla.
Pasarela peatonal de estilizadas líneas que cruzamos.
Mientras el Miño continúa su viaje azul imparable hacia el océano.
Dejando en los senderistas una sonrisa de oreja a oreja, fiel reflejo de un paseo inolvidable.
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lunes, 20 de noviembre de 2017

Por Castro Caldelas: Castillo, Cañón del Sil, Mirador De Matacás Y Alrededores

¡Fijaos qué vistas más impresionantes tiene la ruta por la que caminamos este fin de semana!
Para llegar hasta allí los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas nos acercamos hasta la ourensana villa de Castro Caldelas.
En ella destaca la imponente figura de su castillo, que en tiempos perteneció a Los Condes de Lemos.
Está bastante bien conservado, se puede entrar a él, se pueden visitar sus diferentes dependencias y pasear por sus almenadas torres.
Visitamos así mismo El Santuario de Los Remedios en cuya portada podemos ver también la imagen de Santa Bárbara.
Continuamos callejeando y ascendiendo paulatinamente, obteniendo nuevas perspectivas del castillo y la localidad.
Y poco a poco vamos tomando contacto con la masa arbórea circundante.
El suelo que pisamos se nos muestra alfombrado a nuestros pies.
En parajes en donde El pintor Otoño se esmeraba con su bonita y variada paleta de colores.
De repente allí en medio de la floresta surge la figura pétrea del Monasterio De San Xoán de Camba.
Fue Abadía y Real Monasterio y todavía hoy se puede apreciar la grandeza de antaño.
Era muy de mañana, los campos presentaban las primeras heladas, el sol se desperezaba y hacía su tímida aparición por entre las ramas de los árboles.
Así va caminando el viajero por entre estrechos senderos y al echar la vista atrás todavía atisba el solitario monasterio entre el follaje otoñal.
Llegamos así al Área Recreativa de Ponte das Táboas que imaginamos debe su nombre a este rústico puente sobre El Río Edo que por allí discurre.
En seguida nos adentramos en una senda fluvial siguiendo el curso del Edo, afluente del Río Sil.
El río no llevaba mucho caudal pero aún así se veía bonito.
Con sus aguas convertidas en espejos.
El sendero se ve amenizado con algunos molinos distribuidos en una u otra orilla.
Dejando patente testimonio del sabio aprovechamiento que del agua hacían nuestros antepasados.
¿Y qué me decís de este sencillo pontón lleno de encanto?
La vegetación que nos acompaña es la propia de ribera pero castaños centenarios con sus características siluetas desdibujadas contribuyen a la belleza del momento.
Algo más adelante cambiamos el tono de la ruta con caminos más abiertos y desde los cuales atisbamos a la ciudad y su castillo allá en lo alto.
Los castaños continúan siendo fieles compañeros del senderista.
Y dando colorido a la marcha alegre de los caminantes.
No faltan los robles.
 Ni otros ejemplares arbóreos que también manifiestan su colorida presencia.
Y vamos acercándonos así a escarpados parajes en donde el paisaje cambia por completo.
Tojos y madroños son ahora los protagonistas.
Y alguna formación rocosa curiosa, sale también a nuestro encuentro.
Es un momento en que casi no se ve la senda y tenemos que ir adivinándola. Gracias que algunos montoncitos de piedras, parecidos a las mariolas del Gerés, nos ayudan a no perder la pista.
Los pinos también contribuyen al cambio de decorado.
Pero todos ceden ante el verdadero protagonista de estos pagos.
El Cañón del Río Sil.
Que aquí se nos muestra en todo su esplendor.
Es El Mirador Das Penas de Matacás.
Desde donde podemos contemplar al afluente más famoso del Miño.
Y también toda la belleza que lo rodea.
Con los famosos socalcos de los viñedos... Y más... Mucho más...
¿No es un lugar para quedar sin respiración?
Pero la ruta debe continuar y así lo hicimos cambiando nuevamente de escenario.
Son ahora los viñedos los que piden su turno.
Mostrándonos otra variante del colorido otoño.
Hay momentos en que caminamos directamente por entre los bancales.
Con las parras ahora desprovistas de su jugoso fruto pero todavía llenas de magia.
Y así, poco a poco vamos cerrando el círculo de la caminata, y tras una empinada cuesta nos encaminamos al final de la jornada.
Llevando para siempre en nuestra retina la emoción de los intensos momentos vividos ante tal espectáculo de La Naturaleza.
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